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El autor.















La Rebelión de las letras


La noticia en el periódico, parecía interesante. A María José más bien le pareció graciosa. Un grupo de “anarquistas de la literatura y enemigos la buena ortografía”, como los había llamado el autor del artículo periodístico, habían propuesto a la Real Academia de la Lengua, autorizar el que se pudiera escribir, ya no según las directrices de la academia, si no como “la lógica del sonido” lo sugiriera. Así se podría, por ejemplo, escribir “ kerer”, en lugar de “querer”. O “güeso” en lugar de “hueso”, citando algunos ejemplos de “los anarquistas”, tan deplorados por el autor de la crónica.

María José termina su taza de café y sus tostadas fritas, exhalando un bostezo prolongado, por el cansancio del día. Recuerda que mañana será un día ajetreado. Deberá escribir una buena cantidad de informes y entregarlos a tiempo al supervisor. Deben ser remitidos durante las primeras horas de la tarde a las diferentes sucursales del periódico donde trabaja. Sonriente se imagina a la señora Petronila, escribiendo en su vieja máquina de escribir a la que se niega a renunciar por “esos aparatos endemoniados” como llama a las computadoras.
La señora Petronila es la encargada de los archivos, una anciana de unos 70 años que se niega a jubilar. “¿Qué voy a hacer en mi casa, sola?”, se defiende ante la primera insinuación de que debería retirarse a gozar de su pensión. “Me voy a morir de puro aburrimiento”, se queja. Como el dueño del periódico es familiar de su nuera, se le ha permitido permanecer en el periódico a pesar de su edad. María José ha hecho buena amistad con la anciana. Le recuerda a su propia abuela, ya fallecida, y le divierte y agrada conversar con la simpática “encargada de Archivos periodísticos”, como le gusta auto definirse.

María José, se prepara para acostarse. Mientras espera que le llegue el sueño, acostada bajo las tapas de su cama, decide darle una mirada más a esa noticia divertida del periódico y de los “enemigos de la buena ortografía”. De pronto le llama la atención una noticia acerca del artículo, en la que al parecer no había reparado inicialmente. “ULTIMA HORA —Las letras se han rebelado— Las letras, en un acto sin precedentes, han entrado en una franca rebelión contra la Real Academia Española. An ingrezado a la redaxion de ezte matutino exijiendo zuz demandaz i interbiniendo en la redaxion de este artikulo. La polisia no a podido kontener la harremetida dezcontrolada de laz desididas reclamantez”. María José se sorprende mucho con la noticia, ¡Y con la ortografía! ¿Será alguna clase de broma de la redacción? Las letras del periódico parecen agrandarse desmesuradamente, cobrando vida. María José se asusta mucho. ¿Estará produciéndose un “fenómeno paranormal”, como uno de los muchos y extraños relatos que le gusta contar a la señora Petronila? De pronto todo le da vueltas. Por un instante pierde el conocimiento para recobrarlo luego, encontrándose en un extraño paraje, en medio de la ciudad desierta a esa hora de la noche. Todo está en calma. Una fría brisa de viento helado, se cuela por su espalda. Mira a su alrededor. La avenida la reconoce muy bien. Es la calle de los Arbolitos, donde se encuentra la dirección del periódico donde ella trabaja. Se encamina descalza en dirección del periódico. Está cerrado, naturalmente. Temerosa de que pueda caer en manos de algún delincuente, golpea frenéticamente el pesado portón del periódico.
— ¿Hay alguien ahí? ¡¡¡ Por favor, ábranme!!! –Llama, dando fuertes golpes a la puerta.
— ¿Quién es? –se escucha una voz de mujer, al interior del periódico.
— ¿Señora Petronila? ¿Es usted?.. ábrame por favor –dice tiritando de frío–. Hace mucho frío aquí afuera...
— ¿Y qué hace usted aquí, MaríJose, a estas horas de la noche? –pregunta la anciana, abriendo el pesado portón–. Pase, pase usted. No se me vaya a resfriar, por Dios.
— No sé si me creería, doña Petronila –responde María José, ingresando al recinto y sentándose en el sillón del recibidor, mientras la señora Petronila la cubre con una reconfortante frazada–. Es muy extraño lo que me está pasando. Parece una pesadilla.
— ¿Pesadilla? No creo que sea una pesadilla, ja, ja, ja –responde divertida la anciana–. La única pesadilla aquí es mi cara arrugada, ja, ja, ja. Pero no se preocupe, tranquilícese. Todo debe tener una explicación racional ¿no cree?
— Ojalá usted tenga razón, Petro –dice la joven, arropándose con la mullida frazada.
— ¿Recuerda que una vez le conté que los archivos de este periódico guardan muchos secretos? –pregunta la anciana, con un tono entre divertido y misterioso.
— Ay sí, doña Petro –responde temerosa María José–. Pero no me haga asustar, mire que con este susto que estoy pasando, tengo suficiente por esta noche.
— Ay, niña, si no es nada para asustarse –responde tranquilizadoramente la anciana mujer–. Más bien es algo que es muy interesante, educativo e instructivo, mijita...
— ¿Ah sí?
— Sí. Verá... –dice la anciana, susurrando al oído de la joven, como confidenciándole un gran secreto–. Las letras se han rebelado...
María José da un salto por la sorpresa, mirando fijamente a la señora Petronila, que se ha quedado muy tranquila, observando a María José con una sonrisa casi angelical y maternal. No puede percibir si la simpática señora Petronila está hablando en serio o sumándose a la broma de la redacción.
— ¿Las letras? ¿Se han rebelado? –pregunta incrédula–. Yo creí que la noticia de esta mañana era una broma de la redacción, por lo del aniversario del periódico...
— ¿Broma? No, mijita –responde la mujer, con su plácida sonrisa, y su cómplice susurrar–. Es la purita y santa verdad, mi amor... ¡Se han rebelado!
— ¿Pero cómo? No entiendo. Y ahora que lo pienso... ¿A usted no la va a dejar a su casa Rogelio, el chofer? ¿Por qué permanece todavía en el periódico hasta esta hora? Deben ser más de las once de la noche.
— Las diez y media para ser más exacta, mi amor –responde la mujer, siempre sonriente–. Y Rogelio no me ha ido a dejar a mi casa porque está asistiendo al juicio entablado por las letras contra la señora Ortografía... ¿ves?
— ¿Juicio? ¿Qué juicio, señora Petro? ¿Dónde...?
— Aquí mismo, en el periódico, pues Marijose –responde la señora Petronila, señalando en dirección a la biblioteca del matutino–. Te dije que aquí suceden cosas muy interesantes... ¿recuerdas?
— Si, lo recuerdo, pero esto... la rebelión de las letras... es... es casi irracional –dice María José, empezando a dudar de la cordura de la buena señora Petronila.
— Ellas, las letras, no lo consideran así, Marijose –responde la buena mujer, señalando en dirección de la biblioteca, como invitando a la joven a dirigirse en esa dirección–. Si me acompañas, lo comprobarás personalmente ¿vienes?
María José se incorpora lentamente. Temerosa, camina en dirección de la biblioteca, tras la señora Petronila que la tranquiliza con su angelical sonrisa. A medida que se acercan a la Biblioteca, una algarabía ruidosa se hace más audible. Al traspasar la entrada, María José no puede dar crédito a lo que ven sus ojos: Dispuestas como en una sala de tribunal, se encuentran las letras minúsculas y mayúsculas, sentadas frente a un estrado, vociferando a viva voz y discutiendo unas con otras. En el estrado principal, una delgadísima y estirada mujer, elegantemente vestida, trata de poner orden en la sala. Los signos de puntuación, vestidos de correcto uniforme, las ofician de guardias de tribunal. Una tierna señora cincuentona, de rostro triste, se encuentra sentada en el banco de los acusados. El estrado del jurado, está ocupado por los signos de interrogación, exclamación, varias cremillas, así como los paréntesis y otros signos ortográficos. Rogelio, el chofer, se encuentra sentado hacia la parte posterior del tribunal, quien percatándose de la presencia de María José, la saluda quitándose la gorra de chofer, y prodigando una regordeta sonrisa a la joven. Con un gesto, invita a las dos mujeres a sentarse a su lado. La delgada mujer, que al parecer las oficia de juez, se esfuerza por recobrar el orden...
— ¡Silencio! ¡Silencio, o tendré que desalojar la sala! –grita, poniéndose de pié y golpeando su macito de tribunal.
— ¿Quién es? –pregunta susurrando María José a la señora Petronila.
— Es la señora Gramática, la Jueza del tribunal –responde la señora Petronila.
— ¿Y esa triste mujer que está sentada en el banquillo de los acusados?
— Ella es la señora Ortografía –responde susurrando Rogelio–. Ha sido acusada por las letras de arbitraria y abusona. Pero yo creo que es una acusación injusta. Ella solo cumple con su deber. Creo.
— ¿Pero está sucediendo todo esto realmente? –pregunta incrédula María José.
— Shissst –interviene la señora Petronila, haciendo callar a la joven–. Escuchemos en silencio sino seremos desalojados del tribunal, y esto está demasiado interesante para perdérselo, ji, ji, ji.
— Ahora que las rebeldes se han dignado a comportarse, continúe su exposición, señor abogado –dice molesta la Jueza Gramática, dirigiéndose a una de las letras “A” mayúscula que viste de levita negra.
— Como decía anteriormente, Usía, mis defendidas solo reclaman sus derechos –dice flemáticamente la remilgada letra “A”, mirando y señalando con enojo a la acusada Ortografía–. Durante mucho tiempo, esta.... esta “señora” ha impuesto sus criterios a su antojo, obligando a mis defendidas a disponerse en las oraciones, simple y llanamente ¡como a ella se le ha antojado!...
Esta última aseveración hace que surja una bullada exclamación de aprobación hacia las alegaciones de la letra “A”. El griterío que se produce obliga nuevamente a la jueza a ponerse de pié...
— ¡Silencio! ¡Silencio, he dicho! Última vez que tengo que advertir al tribunal. Si no se mantiene el debido respeto, haré desalojar la Sala. ¡Guardias desalojen a cualquier letra que no se comporte como es debido! .... Continúe abogado...
— Por ejemplo... –continúa la letra “A”–, ¿Se ha preguntado, con qué derecho esta “señora” exige que la letra “n” no pueda estar antes de la “b”, sino sólo de la “v”? ¿Y por qué la letra “m”, a su vez, no pueda anteceder a la letra “v”, si no sólo a la “b”? ¡Eso es una ARBITRARIEDAD, señora jueza!
— ¿Qué tiene que decir en su defensa la acusada? –dice la Gramática, dando la palabra a la Ortografía, quién se pone de pie.
— ¿Arbitrariedad, dice señor... “Abogadillo”? –responde calmadamente la acusada.
— ¡Protesto! –reclama airada la letra “A”, que oficia de abogado–. No puede usted tratarme de esa manera tan despectiba .
— “Despectiva” es con “v”, Sr., abogado, no con “b” –contesta, irónicamente, la Ortografía.
— ¡Ha lugar! –interrumpe la Jueza Gramática, dando un fuerte golpe con su macillo sobre el escritorio, mientras se pone de pié.
— ¿Y además usted se pone de parte de ella, Usía? –protesta la “A” –. Esto es una confavulación.
— Yo no me refiero a su falta de ortografía, señor abogado, sino a que estoy de acuerdo en que la acusada no debe tratarlo a usted de forma despectiva –responde la Jueza Gramática, tomando asiento, para después de un minuto volver a ponerse de pié airada...–. ¡ Y además, confabulación es con “b”, no con “v”, su ignorante!.
Esta última afirmación de la Jueza, produce nuevamente una fuerte zalagarda y gritería entre las letras que reclaman favoritismo. “¡Confavulación! ¡Simonía! ¡Faboritizmo!”–gritan al unísono.
— ¡Guardias! ¡Saquen a esas alborotadoras de la sala! –grita encolerizada la Gramática, dando fuertes golpes con su macillo.
Los puntos sacan de la sala a algunas airadas letras “n” y “m”, que gritan fuera de sí contra la Jueza, poniendo “punto final” al desorden.
— Tiene la palabra la acusada –dice calmadamente la Jueza, tomando asiento e invitando con un además a la Ortografía a que hable–. Debe responder a la acusación que le hiciere la Abogado.
— Señores del jurado, señora Jueza, distinguidos presentes –dice calmadamente la Ortografía, poniéndose de pie–. Se me ha acusado de arbitrariedad, de abuso de poder y de “hacer lo que a mí me da la real gana”, según la... “abogado” aquí presente. ¿Podrían ustedes imaginarse semejante incongruencia? Sí, por que sería una incongruencia y una contradicción, que para ordenar la arbitrariedad y desorden en las palabras, yo acuda a otra arbitrariedad. ¡Sería el caos! Es más... ¡Sería una real anarquía!. Sería... sería un simple y descarado abuso de poder.
— ¡ Y así es, señora Jueza! –interrumpe la letra “A”, que oficia de abogado.
— ¡Silencio Abogado! –reacciona la Jueza, poniéndose de pié y dando un fuerte golpe con su macillo en el escritorio–. Usted tendrá oportunidad de objetar después. ¡No interrumpa a la acusada!
— Perdón señora Jueza –responde avergonzada la Abogado, tomando asiento.
La Ortografía, después de dar una despectiva mirada de reojo a la letra “A”, se dirige al jurado que escucha con sumo interés el debate.
— Al parecer aquí todos se arrogan el derecho de criticarme, sin siquiera conocerme o de entender el porqué de mis disposiciones –dice la acusada, tratando de ser convincente–. ¿Se han tomado la molestia, por ejemplo, de investigar el porqué es fundamental mi trabajo?
Todos los miembros del jurado se miran unos a otros avergonzados, sin atreverse a responder. Luego de dar una severa mirada al auditorio, la señora Ortografía continúa su exposición...
— Por si no lo saben, mi mismo nombre lo explica... “Ortografía”. Es decir: “ORTO”, prefijo que significa “correcto”, “recto”, “como debe ser”. Y... “GRAFÍA”, referido a letras o signos que se emplean para poder representar sonidos. POR LO TANTO... la Ortografía, es parte de la Gramática, que estudia el correcto uso al escribir de las letras, acentos, mayúsculas y signos auxiliares de escritura, para poder ser comprendidos e interpretados correctamente cuando se lean.
— ¡Ya decía yo que aquí había Colusión , señores! –exclama airada una de las letras “v” del auditorio.
— ¡Mida sus palabras, señora “v”! –exclama airada la Gramática golpeando el escritorio con su macito–. Su acusación es muy grave....
— Grave, su abuela, señora Gramática... –responde rebeldemente la letra “v”–. Ella dijo —señalando acusatoriamente a la Ortografía— que “era parte de la Gramática”, es decir de usted. Así es que queda claro que aquí están confabuladas las dos para imponer sus criterios con total impunidad y abuso...
Ante la acusación airada de la letra “v”, se produce otro griterío ensordecedor en la sala. La Gramática golpea con saña su escritorio con su macito, mientas los guardias tratan de mantener controladas a las airadas letras que amenazan con salirse de las tribunas para atacar a la acusada...
— ¡Orden! ¡Orden en la sala he dicho! –grita desesperadamente la Jueza Gramática–. ¡Si no se controlan mandaré a que las encierren de por vida! Señora “v” fundamente sus acusaciones. No puede plantear cosas gratuitamente. Qué se ha imaginado... ¡Fundamente!
— Me canso, señora Gramática. –responde desafiadoramente la letra “v”–. Y voy a citar mi propio caso particular...
— Me gustaría escucharlo –responde irónicamente la Gramática.
— Considere... –responde la “v”–. Se me han impuestos reglas excesivas, abusivas y sumamente enredadas, especialmente para los niños que están aprendiendo a escribir.
— ¿Ah, sí? ¿Y se puede saber cuáles son esas reglas “sumamente enredadas” como dice? –interviene la Ortografía, siendo acallada rápidamente por la Gramática.
— ¡Deje que la “v” se exprese, señora acusada! Después usted tendrá oportunidad de argüir a su favor...
— Decía... –continúa la “v”–. Las reglas que me han impuesto, son abrumadoras... Cito del manual ortográfico de la lengua española “Se escribe con ‘v’ todas las palabras que empiezan por “ad”, como Adviento, Advenimiento, etc.
Se escribe con ‘v’ todas las palabras que empiezan por vice, villa, villar, como Vicealmirante, Villanueva, Villarejo, etc.
Se escriben con ‘v’ las formas verbales que no tienen en el infinitivo, ni ‘v’ ni ‘b’. A excepción del pretérito imperfecto del indicativo. ¿Creen ustedes que un niño que está aprendiendo a escribir, sabe lo que es el “pretérito imperfecto del indicativo’, por Dios?
— Para eso están sus maestros que le enseñan –responde la Gramática.
— No he terminado Usía. No me interrumpa –contesta severamente la “v”–. Y como si eso fuera poco, hay más reglas abusivas... “Se escriben con ‘v’ los adjetivos terminados en: ‘ava’, ‘avo’, ‘iva’, ‘eva’, ‘evo’.
“Se escriben con ‘v’ las terminaciones ‘ave’, ‘avo’, ‘eve’, ‘evo’, ‘iva’, ‘ivo’, de los adjetivos llanos, como nocivo, saliva, etc.
— Yo no encuentro que esas reglas sean “abrumadoras”, señora “v” –responde un miembro del jurado.
— Claro, usted no tiene que lidiar con las injusticias –responde con una severa mirada al que intervino–. ¡Pero yo sí!. Empezamos una tierna amistad con la “m”, y resulta que por el deseo antojadizo de “esta señora”, —dice señalando a la Ortografía—, no podemos estar juntas jamás. ¡Es una injusticia y un abuso!.
— Pero pueden estar cerca –dice la Gramática–, como en “móvil” ó “brevemente”.
— ¡Pero queremos estar juntas, comvinar! –responde airada la letra “v”.
— Se dice “combinar”, con “b” –interrumpe la Ortografía–.
— ¿Ya ve? ¡No podemos estar juntas! Simplemente me echan de su lado –responden la “v”, molesta–. Siempre favorecen a la “b”.
— ¡Ni lo crea, hermana “v”! –grita la “b” desde el auditorio–. También me cargan con “reglas odiosas”, a pesar de que yo si puedo juntarme a la ”m”.
— ¡Señora “b”! Nadie le ha dado la palabra para intervenir –dice la Gramática, golpeando su macito enérgicamente sobre el escritorio.
Ante la intervención de la Gramática, se produce un abucheo general, pidiendo la intervención de la letra “b”. A la gramática no le queda otra salida que permitirlo...
— Adelante, señora “b” –dice resignada la Gramática–. Pero al menos trate de fundamentar sus alegaciones.
— Quiero decirle a mi hermana, la letra “v”, que yo también estoy bajo una carga pesada de “reglas” excesivas –dice la “b”, saliendo de entre el auditorio y dirigiéndose al frente del jurado, cerca de la “A”, que oficia de abogado–. También me tomaré la libertad de citar del Diccionario de la Lengua Española: “ REGLAS DEL USO DE LA “B”: Se escriben con “b”, las palabras que empiezan por “ha”, “he”, “hi”, “ho” “hu”. Se escriben con “b”, las palabras que empiezan por “ra”, “re”, “ri”, “ro”, “ru”. Se escriben con “b”, los verbos en infinitivo, que acaben en: “ber”, “bir”, “buir”.
— ¡Exijo una explicación! –interrumpe la letra “v”.
— ¡Deje que termine su hermana “b”, señora “v”. No sea mal educada –reacciona molesta la “A” abogado.
— No interrumpo nada, ni que nada. ¡Usted no se meta! –responde la “v”, dando un golpe en el estómago a la “A”–. Lo que yo quiero es que se explique, antes de seguir, qué es el “verbo en infinitivo”. Si no se explica, nadie en el mundo entenderá nada de nada, nadita de nada....¿ Me oyó?....
— Yo le contestaré, señora “v” –responde la Gramática, poniéndose de pie–. Y no es necesario que arme tanto escándalo para preguntar: EL verbo en infinitivo, se refiere al nombre de un verbo sin conjugar. Por Ejemplo: El verbo “Saber”. Tiene varios modos o tiempos Futuro =Sabré, Pasado =Supe, INFINITIVO= Saber. Como termina en “ber”, se escribe con “b” en todos sus modos o tiempos en que aparezca la “b”. : (Sabía, sabría, sabe, sabiendo, etc.)
— ¿Y qué me dice de “volver”? y ¿“llover”? –dice desafiante la letra “v”–. Esos verbos se escriben con “v”, y terminan en “ver”. ¿Qué me dice? ¿Ah? ¡Es una arbitrariedad, sí señor!
— Esos son excepciones, señora “v”, no arbitrariedad –interviene la Ortografía–. Además no son muchas. Solo 6.
— ¿Y se podría saber cuáles son esas “excepciones” o mejor dicho, favoritismo descarado? –responde ufana, la “v”.
— ¡No sea insolente! No es necesario que ofenda para preguntar –responde molesta la Gramática, golpeando nuevamente su escritorio con el macito.
María José no puede evitar comentarle a la señora Petronila, que en este caso le parece que la “v” tiene razón. La señora Gramática percibe el comentario y con una furibunda mirada termina con los deseos de opinión de María José. Luego continúa con su explicación...
— Las excepciones a esta regla son: Los verbos; “hervir”, “servir”, “vivir”, “precaver”, “volver” y “llover”.
— Señora Gramática.... –dice tímidamente la letra “b”...
— Diga, señora “b”.
— Es que no me han dejado terminar mi exposición, y se supone que yo estoy hablando ¿verdad?
— Ay... Ja, ja, ja tiene razón, tiene razón. Usted perdone –responde avergonzada la señora Gramática–. Continúe, por favor...
— Estaba leyendo en el diccionario, las reglas de la “B”: Se escriben con “b”, las terminaciones verbales “aba”, “bas”, “abamos”, “abais”, “aban”, “iba”, “ibas”, “ibamos”, “ibais”, “iban”.
Se escriben con “b”, las palabras que empiezan por “bibl”, “bu”, “bur”, “bus”.
Se escriben con “b”, las palabras que acaban en “bilidad”, “bundo”, bunda”, excepto...
— ¿Y ya empezamos con las excepciones otra vez? –interrumpe sarcásticamente la “v”–. O deberé decir, con el “compadrastro”... ja, ja, ja
— Si sigue interrumpiendo a su hermana “b”, en vez de ayudarla le está haciendo un flaco favor... –Dice molesta la Gramática.
— No tan flaco como usted, Usía... –responde burlona la “v”.
— ¡¡ ¿ Cómo dice, su insolente? !!
— No, digo... que no tan flaco como el favor que usted nos está haciendo a nosotras, Usía. –contesta la “v”, reteniendo la risa.
Se produce una risotada general en la sala, incluso María José no puede evitar reír de buena gana, frenándose abruptamente ante la mirada de la furibunda señora Gramática.
— ¿Me van a dejar continuar? –se queja molesta la letra “b”.
— Adelante, por favor, señora “b” –dice conciliatoriamente la “A” Abogado.
— Continúo... “ Las excepciones a la regla son; “movilidad” y “civilidad”.
Se escriben con “b”, las palabras que empiezan por “bid”, “bis”, “biz”.
Se escriben con “b”, las palabras que empiezan por “ha”, “he”, “hi”, “ho”, “hu”.
Se escriben con “b”, las palabras que empiezan por “ra”, “re”, “ri”, “ro”, “ru”.
— ¿Terminó mi hermana? –pregunta la letra “v”.
— Sí, ya terminé... –responde la “b”.
— ¡Uf! Y yo que pensé que estaba sobrecargada... –exclama la “v”, con un suspiro–. En verdad que te compadezco, querida hermana.
Dirigiéndose ahora al jurado, la letra “v” adopta pose de abogado para exclamar...
— Señores del jurado... Se podrán imaginar si nos ponemos a repasar las reglas de las demás letras... ¡Estaríamos un año aquí, escuchando explicaciones inexplicables, y favoritismos absurdos que no conducen a nada!. Propongo que todas las letras y símbolos y verbos NOZ REVELEMOS CONTRA LA REAL AKADEMIA DE LA LEMGUA EZPAÑOLA, I INSENDIEMOS ZUS DEPENDENSIAZ.....
Esta última exhortación provoca un descomunal desorden en la sala, donde vuelan papeles, bolsos e incluso sillas por los aires. La Gramática y la Ortografía tratan inútilmente de mantener el orden. Los signos policías, son simplemente sobrepasados por las descontroladas letras que, encabezadas por la letra “v” y la letra “b”, salen de la sala, empujando al pasar, a María José, doña Petronila y don Rogelio, el chofer, quienes son llevados por la multitud, fuera del edificio del periódico. Las letras, confundidas, no hayan dónde dirigirse...
— ¿Hay alguien aquí que sepa dónde se encuentran las dependencias de la Real Academia Española de la Lengua? –pregunta la “v”, que ha tomado posición de líder.
— “Ellos deben saber” –dicen las demás letras, señalando a María José con sus amigos.
— Nosotros no sabemos –responde temerosa, María José–. Pero supongo que en España ¿no?
— ¿España? –responde la “b”, moleta–. Queda muy lejos, España. No podemos ir allí como si nada. ¿Ustedes nos pueden llevar?
— No podemos. No sabemos cómo llegar –dice a modo de excusa, Rogelio, el chofer.
— Tengo una idea –dice sonriente y cómplice la señora Petronila–. ¿Por qué no envían un fax desde la redacción, a las letras que se encuentran en España, en las propias dependencias de la Academia? Así les explican la situación y les piden que ellas incendien las dependencias de la Academia.
— ¡Tiene razón la anciana! –exclama entusiasmada la letra “v”–. Vamos a la redacción para enviar el fax.
— ¿Está segura de lo que está haciendo, señora Petro? –pregunta susurrando María José.
— Sí, no te preocupes Marijose, sé lo que hago. Confíe en mí.
Las letras entran en tropel a la redacción del matutino para enviar el fax a España. Piden a la señora Petronila que lo envíe. La letra “v” escribe la siguiente redacción:
“ Ermanas letras Españolas:
Oy, todas las letras y símbolos de estas latitudes, emos decidido rebelarnos contra las abusivas reglas ortográficas que esa Real Academia injustamente nos a impuesto. Por ello, les solicitamos que incendien sus dependencias como protesta por este deplorable echo. Esperamos sus prontas noticias.
Letras en revelión
Eufóricas, las letras rebeldes, envían el fax. Solicitan respuesta inmediata de sus pares en España. La señora Petronila solo sonríe, mientras guiña un ojo a María José. María José no entiende qué se propone la señora Petronila, pero guarda prudente silencio, al igual que Rogelio, el chofer. Después de mas o menos una hora, el fax se enciende mientras recibe un mensaje desde España. Las letras se agolpan alrededor del fax, ansiosas y expectantes.
— ¿Qué dice el fax? –pregunta impaciente la letra “v”.
— Dice así... –responde la señora Petronila, mientras lee el fax–. “Regla del uso de la “H”: Se escriben con “h” inicial, las palabras que empiezan por “hie” y “hue” (Ejemplo: hiel, hueso).
Se escriben con “h”, las palabras que empiezan por “hidr”, “hiper” e “hipo”. (Ejemplo: Hidrato, hipertensión, hipotenusa)
Se escriben con “h”, las palabras derivadas y compuestas que ya la tienen (Ejemplo: Hielo, deshielo)- excepto las palabras que comienzan por “hue”(Ejemplo: Huérfano – orfanato).
Se escribe con “h”, cuando la palabra empieza por “hum” + vocal (Ejemplo: Humedad). Si a la sílaba “um”, le sigue una consonante, no lleva “h” (Ejemplo: umbral).
Se escriben con “h” todas las formas verbales de “haber”, “hablar”, “hallar”, “habitar”.
Presente indicativo del verbo “haber”: hemos decidido, ha impuesto...
Suceso o acontecimiento: deplorable hecho.
Adverbio en el tiempo presente: Hoy. ”
— Aquí termina el fax –dice lapidariamente la señora Petronila.
— ¡Traición! ¡Traición ¡ –grita descontrolada la letra “v”.
— No puede haber traición hacia una causa que nunca se ha tomado ¿verdad? –pregunta suspicazmente, una misteriosa voz que sale desde el fax...
— ¡Quién habló! –exige enérgicamente la letra “v”.
— ¡Nosotras hablamos! –contestan las letras que conforman el fax recibido desde España.
Acto seguido, saltan desde la nota de fax, para enfrentar a las rebeldes, quienes retroceden sorprendidas. Una letra “h”, española, se pone frente a las rebeldes...
— ¿Quién o quienes han organizado esta rebelión? –pregunta la “h” en tono autoritario.
— Ellas han sido –responde la señora Petronila, señalando a las letras “n”, “m”, “v” y “b”, ganándose una furibunda mirada de las aludidas.
— ¿Saben en lo que se están metiendo, colegas? –pregunta la “h”, mientras se pasea entre las cuatro letras rebeldes–. La Real Academia de la Lengua Española, ha enviado un ultimátum. Si no desisten de esta rebelión, serán expulsadas de todo registro escrito en que se las incluya. Para que entiendan la gravedad de estas consecuencias, se les envía el siguiente mensaje a modo de ejemplo: “ Decreto a ejecutar: Se retirará_ las letras re_eldes de todo escrito e_ el idio_a español, toda _ez que aparezca_ escritas. _o ha_rá co_teplació_ algu_a. Tie_e_ plazo de dos horas para depo_er su actitud.”
Las letras rebeldes se escandalizan de las consecuencias tan graves. Expresan sus quejas a las letras españolas, tratando de justificar su actitud .
— Esto deberá tratarse en juicio –sentencian las letras españolas.
— Se interrumpió un juicio que estaba en proceso –confidencia la señora Petronila, en tono de complicidad, lo que produce indignadas miradas de las letras rebeldes.
— Pues... ¡Que continúe el juicio! –ordena la “h” española.
Todas las letras se dirigen a la sala de Archivos disponiéndose en sus lugares, tal y como estaban antes de interrumpir el Juicio. La Gramática no puede creer lo que ve: Las letras rebeldes entran en correcta formación, muy calmadas y dispuestas. La señora Ortografía casi se va de espaldas ante el espectáculo: Las letras rebeldes toman asiento en silencio y se disponen a seguir el desarrollo del juicio. Todavía sin comprender qué está ocurriendo, la señora Gramática ordena seguir el interrumpido juicio.
La letra “h” española, toma la palabra...
— Las rebeldías se producen por ignorancia. La ignorancia es la causa de todo acto de desacato –dice la “h” en forma muy académica–. Veo que contamos con la distinguida presencia de la señora Gramática y la señora Ortografía.
— ¿Cuál es su investidura, señora “h”? –pregunta curiosa la señora Gramática..
— He sido enviada como representante de la Real Academia Española de la Lengua Castellana, distinguida señora –responde flemáticamente le aludida–. Además cuento con poderes otorgados para decidir en juicio y dictar sentencia, tan amplia y completa como sea necesaria. Por lo tanto, y por los poderes con que he sido envestida, ORDENO: Reiniciar el juicio interrumpido. Sirve como Jueza y moderadora de esta sesión, la señora Gramática. Se retiran los cargos de acusada a la señora Ortografía, considerándose a la aludida, de ahora en adelante, como expositora de las normas gramaticales de la lengua castellana, y custodia de su fiel cumplimiento, por tanto, representante oficial de la Ilustrísima Real Academia de la Lengua Castellana.
Un silencio sepulcral acompaña a las palabras altisonantes de la letra “h”, quien se dispone a tomar asiento al lado de la Gramática. Desde allí ordena...
— Señora Ortografía, por favor exponga usted en reseña al auditorio, una breve historia de su trabajo y responsabilidad, y las causas y motivos de su necesaria existencia y comparecencia en el desarrollo de los idiomas, en particular del español, originario de la lengua castellana.
La Ortografía, todavía muy sorprendida por el giro inesperado que han tomado los acontecimientos, se pone de pie. Recobrando su compostura digna, se dispone a hablar:
— La escritura alfabética, fue en su origen, una escritura fonética, es decir por sonidos. En la escritura del español, se observan tres grandes etapas, que coinciden en términos generales, con los tres momentos de su evolución histórica. Los primeros documentos que se escriben en castellano, no se ajustaban a una única norma ortográfica, por que no existía. Por ello las normas ortográficas eran diferentes según la región donde se utilizaban. Ello producía mucha confusión y discusión. Pero a partir del reinado de Alfonso X, sí se produce cierta uniformidad; ésta es quizás la escritura más fonética de la historia del idioma, porque intenta reproducir las creaciones recientes de una lengua que pugna por ocupar el lugar del latín, como lengua culta.

En el siglo XV —continúa la Ortografía, ya muy a gusto en su exposición, y contando con la más atenta mirada y atención de todo el auditorio que escucha con verdadero interés—, Nebrija escribe su Gramática de la lengua castellana, y fija en ella la primera norma ortográfica que reproduce y retoca el humanista Gonzalo Correas en el siglo XVII, aquí se consagra que la diferencia entre la “b” y la “v”, es solo ortográfica pero no fonética, de modo que se pueden pronunciar con el mismo sonido, pero escribir de modo distinto.

Las letras aludidas, se miran entre sí, sonriendo y se abrazan contentas de ser protagonistas de la exposición de la señora Ortografía.

“ De acuerdo con esta norma –continúa la señora ortografía–, se publican y editan los textos del “Siglo de Oro”. Los cambios fonéticos de la lengua hablada, que se habían iniciado con la propagación del castellano por el mundo, habían concluido y se hacía necesaria una nueva norma ortográfica que los fijara y divulgara a regiones tan extensas como alejadas: por esta razón en 1741 la Real Academia Española, publica la “ORTOGRAFÍA” que está prácticamente vigente hasta el siglo XX. En el año de 1959, la Academia publica las “Nuevas normas de Prosodia y Ortografía” que se distribuyen por las estaciones de radio, por las redacciones de los periódicos, y se pactan con las otras academias de la lengua del continente americano, lo que garantiza su cumplimiento y asegura un único criterio para la lengua literaria impresa. Reciben el mismo tratamiento, tanto las normas referidas a la escritura de las palabras, como las referidas a los demás signos que necesita la escritura.”

Al llegar a este punto, los signos de puntuación rompen en un cerrado aplauso, que contagia a las demás letras y símbolos, que dan vítores entusiastas a la señora Ortografía. La señora Gramática, muy emocionada al punto de las lágrimas, toma la palabra...
— La modestia de mi querida amiga Ortografía, le ha hecho omitir un punto no menos importante y vital para el correcto cometido de la escritura castellana. Este es: la razón de la existencia misma de ella. Y yo me permitiré explicarlo:
La ortografía —inicia su exposición la señora Gramática—, no es un mero artificio antojadizo que pueda cambiarse al antojo de cualquiera. Un cambio ortográfico representa un cambio importante en una lengua. La ortografía es el elemento que mantiene con mayor firmeza, la unidad de la lengua hablada por muchas personas originarias de países muy alejados entre sí. Esto ocurre con el español, el árabe, el inglés o el francés, por poner algunos ejemplos. Si la ortografía cambiara para ajustarse sólo a criterios fonéticos, el español podría fragmentarse en tantas lenguas, como regiones del mundo donde se habla, pues poseen algunos hábitos articulatorios diferentes, y si se representara en la escritura, con el paso del tiempo aparecerían graves problemas de comprensión que conducirían a la incomunicación.

En este punto, las letras rebeldes se tratan de esconder tras sus butacas, avergonzadas ante las miradas severas de las demás letras presentes.

Ahora bien —continúa su exposición la señora Gramática—, no existe alfabeto alguno que sea una representación exacta de su lengua. Incluso en el caso del español, que es junto al alemán, una de las lenguas que mejor representa su fonética. Existen 28 letras para representar sus 24 fonemas básicos. Esto demuestra que un solo fonema puede escribirse con mas de una letra. ¡Usemos por tanto esta riqueza de nuestro idioma! ¡Demos dignidad a nuestra literatura, siguiendo sus valiosas normas! ¡Rechacemos la anarquía literaria y el caos en nuestros idiomas!

El aplauso espontáneo que se produce en reacción a las acertadas palabras de la señora Gramática, hacen sobresaltar a María José de su asiento. Los vítores y papeles al aire, le dan un colofón alegórico y festivo al final del juicio. Las letras sacan en andas a la señora Ortografía y a la señora Gramática, quienes sin poder evitar sus lágrimas de emoción, saludan con sus manos en alto a sus eufóricas apoyadoras. Las letras rebeldes, se suman arrepentidas al jolgorio, dando vítores festivos junto con los signos de puntuación. Don Rogelio, el chofer, lanza su gorra al aire entre las risas de la señora Petronila y María José, que también se ha sumado al jolgorio.

— ¿No te dije, Marijose, que esto sería divertido y muy instructivo? Ja, ja, ja –dice riendo la señora Petronila a María José, que se restriega los ojos para convencerse que esto está ocurriendo en realidad.
— Debo reconocerlo señora Petro –responde María José–. Me he divertido mucho y he aprendido una enormidad, para qué le voy a decir otra cosa, ja, ja, ja.
— ¿Quiere que la vaya a dejar a su casa señorita María José? –ofrece don Rogelio.
— Se lo agradecería, don Rogelio. Estoy muy rendida para caminar.
Las letras españolas han estado confeccionando collares de letras y colgándolos en los cuellos de los concurrentes, a modo de festejo. Colgaron uno en el cuello de la señora Gramática que reza: “ Felicidades”. Otro que luce la señora Ortografía en su cuello dice: “Te necesitamos”. Aún a Rogelio colgaron uno que dice: “Gracias por su presencia”. Doña Petronila luce uno con la escritura “La esperamos mañana, amiga”.
Una de las letras españolas le ofrece colgar uno al cuello de María José, quien acepta encantada, sin percibir qué dice. Una vez en su cuello, se dirige a la señora Petronila...
— ¿Qué dice el mío, señora Petro? –pregunta riendo divertida.
— ¡Que extraño! –responde la anciana–. Dice: “ácido”...
— ¿Ácido? –pregunta extrañada María José, sintiendo una acidez aguda que sube por su cuello, para alojarse en su garganta–. ¡Me quema la garganta, señora Petro! Sáquemelo! ¡Sáquemelo, por favor! —grita desesperada, agitando sus manos y cabeza.
— ¿Qué te saque qué hija? —pregunta su madre, inclinándose sobre la cama de María José, que sacude su cuerpo enredado entre las frazadas de su cama.
María José abre sus ojos asustada. Percibe que ha tenido una pesadilla. Una acidez aguda le quema su garganta.
— Tengo una acidez desesperante en la garganta, mamá –responde tratando de despabilarse del sueño.
— Es que te pones a comer frituras muy tarde en la noche, pues mi amor –dice con ternura su madre–. Te lo he dicho muchas veces, hija. Pero tú no quieres hacerme caso ¿ves? Ahí están las consecuencias... Tienes pesadillas...
— Tienes razón mamá. Pero no sé si al sueño que acabo de tener, se le pueda llamar “pesadilla”. Fue tan divertido, Ja, ja, ja. Hasta la buena de la señora Petronila estaba en él.
— ¿Ah, sí? –responde su madre–. ¿Y se puede saber qué soñaste?
— Después te lo cuento mamá, ahora debo tomar una sal de fruta para terminar con esta acidez –responde María José frunciendo sus ojos por la acidez–. Pero se trataba de una rebelión... La rebelión de las letras, ja, ja, ja. –dice levantándose de la cama y dirigiéndose a la cocina...
— “Esta niñita está cada día más loca” –murmura para sí su madre, mientras ordena la ropa de cama de María José.

—Fin—
Dedicado a todos los niños
que se esfuerzan por mejorar su ortografía.-



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