BIENVENIDOS A ESTA BUTACA DE LA VIDA

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El autor.















23 febrero, 2010

CONTINUARÁ..........

—Cacería de Pingüinos— Cap. 10

—Palomitas de Maíz—


Al llegar al sitio convenido, se baja del taxibús y se dirige a la calle Poniente. No puede creer lo que ve... ¡Dos carritos de venta de palomitas de maíz! Uno a un lado de la calle, y el otro en la acera del frente. «'Diantres'... Esto no me gusta nada», –se dice en voz baja, emulando una típica frase, como uno de los mejores agentes secretos. De algo está seguro: Es cosa de observar, y sacar alguna deducción. Un "profesional" sabe salir de cualquier problema. Uno de los carritos, está siendo atendido por un individuo delgado, de unos 60 años, con cara de "Segismundo", con su rostro a medio afeitar, y una gorda "petiza", morena, también a medio afeitar (según Ricardo). Dos niños les compran palomitas... El otro, por un individuo joven de unos treinta años, bien afeitado, que se le queda mirando, con cara de "cliente". «Elemental, querido Wattson» –se dice sonriendo. Camina con seguridad hacia el individuo joven...

—"¿Tiene palomitas acarameladas?".

—¿Palomitas...¿quée?

—"Acarameladas".

—¿No será "confitadas"?

—No. "Acarameladas" –repite con cierta preocupación.

—¿Eres chileno, socio?... Aquí se dice "confitadas".

«Fallaste, "Wattson"».

—¿Qué dices?

—No, nada... Gracias –responde, cruzando la calle.

De pronto le asalta un mal presentimiento... «Esto tampoco me gusta» –se dice, nervioso, olvidándose de sus frases típicas...

—¿Qué quieres. hijo? –pregunta la gorda, con una sonrisa.

—¿Tiene... palomitas acarameladas? –responde casi con temor.

La sonrisa de la gorda desaparece por arte de magia. El hombre con cara de "Segismundo", inmediatamente se hace cargo de la situación...

—"No tenemos, pero si tu me traes azúcar... yo te las preparo" –responde el hombre, haciendo que el "Pilo" dé un suspiro de alivio.

—Mire, precisamente aquí tengo un paquete –agrega, aliviado, mientras saca el paquete de su mochila y se lo entrega al individuo.

—Qué bueno –dice la gorda–. Enseguida te las preparamos, espera un momento...

El individuo saca un teléfono celular, del carrito, y hace una llamada.

—"Llegó" –dice lacónicamente y luego corta.

Mientras la mujer finge estar preparando palomitas para el "Pilo", el hombre con cara de "Segismundo", examina el paquete, rompiéndolo un poco con la uña, por la parte de abajo, y luego llevándose la uña del dedo meñique a su boca. Luego hace lo mismo por la parte superior del paquete. Enseguida hace otra llamada...

—"Las palomitas están listas, se las envío con el muchacho" –dice, sin esperar respuesta, y luego corta.

En un cono grande, impreso con palomitas "Doña Soila", el individuo introduce un paquete rectangular, lo cierra con cinta adhesiva, y se lo entrega a Ricardo. Esto sorprende al muchacho. Nadie le dijo nada acerca de regresar con otro paquete.

—Aquí están tus palomitas, hijo. No se te vayan a caer –dice mirando fijamente al muchacho–. Supongo que sabes lo valioso que son las palomitas acarameladas. Cuídalas como si fuera tu vida, hijo. Guárdalas en tu mochila, y ándate derechito "pa' tu casa", a entregárselas a tu "papá".

—Sí, señor. Gracias.

Ricardo no puede evitar dar un suspiro de alivio. El "trabajo", con algunos contratiempos, había salido bien y de acuerdo al plan. Se sentía todo un "profesional". Seguro que en el cono de palomitas, debe ir el pago en efectivo por el “paquete”. Y deben ser varios millones de pesos, a juzgar por su tamaño. Ahora si son en billetes de a veinte mil, ¡Uf!, mejor ni pensarlo, para no ponerse nervioso. Repasa las siguientes instrucciones: Dirigirse al otro lado del estadio, y tomar uno de los taxis que están estacionados en el paradero. El chofer estaría fingiendo dormir, con la puerta semiabierta.

Las dos cuadras que lo separan del estacionamiento de vehículos de alquiler, le parecen eternas. Durante el camino examina meticulosamente a cada persona que pasa por su lado. Nada debe escapar a su vista "profesional". Al llegar al estacionamiento ruega no encontrarse con dos choferes durmiendo... Ya ha tenido bastantes sustos por hoy. Afortunadamente para él, solo hay uno que duerme, o al menos parece hacerlo...

—¿Quieres taxi, cabrito? –pregunta uno de los choferes, al percatarse que el joven se acerca a los vehículos.

—No, gracias. Ya tengo táxi –responde acercándose al chofer que "duerme".

—Pa' qué vai' a despertar al colega, pu' cabrito, yo te puedo llevar –insiste el chofer.

—No gracias. Me quiero ir en este taxi...

—Bueno, si quieres arriesgarte a que el colega se "choree" por haberlo despertado... es cosa tuya.

—Disculpe, –dice con seguridad, despertando al chofer–. ¿Me puede hacer una carrera especial?

—¿Ah?, hola, "perico". ¡Churra, me quedé dormido! –dice, rascándose la cabeza con las dos manos, poniéndose de pié–. ¿"Te mandó don Jacinto"?

«Por fin».

—Sí. Dijo que usted me iba a llevar, y que después el arreglaba con usted...

—Ni un problema, amigo. "Don Jacinto" es buena paga —dice sonriendo, mientras le abre la puerta trasera.

El taxi cruza la ciudad a gran velocidad. Al llegar a cierta avenida, se detiene para "subir pasajeros". El hombre de la barba y el de terno suben al auto, dejando a Ricardo en medio de los dos.

—¿Traes las "palomitas"? –pregunta el de barba.¬

—Sí, aquí las tengo –responde el muchacho, abriendo su mochila y entregando el cono al hombre–. Nadie me dijo que me iban a entregar plata...

El de barba sonríe, sin responder.

«Me están probando». En todo caso, jamás habría pensado en quedarse con el dinero... ¡Ni loco!, todavía es muy joven para ser “animita”.

Mientras el taxi se pone en movimiento nuevamente, el de barba abre lentamente el envoltorio, sacando del interior, varios fajos de billetes de diez y veinte mil. Ricardo nunca había visto tanto dinero junto. Sus ojos bailan de un lado a otro. Se imagina que el de barba le pasa uno de los fajos para él solo. ¡Qué no se compraría con esa plata! Tendría su propio estereo "a todo chancho". Una moto "Yamaha" de "1200 cc"; una guitarra eléctrica, ¡qué una guitarra!, ¡Toda la banda completa!... La voz del de barba lo baja de sus sueños...

—"Está todo" –dice parcamente.

—"Bien" –responde el de terno. Parece que todo salió bien.

—Hiciste un buen trabajo, "pingüino" –le dice el de barba, sacudiendo la cabeza del muchacho, en forma afectiva–. Parece que seguiremos haciendo negocios juntos...

«¡Al fin en las "ligas mayores"!»

—Aquí está lo convenido –dice el de terno, entregándole un sobre abierto– Cuéntalo...

—No es necesario... Estamos entre caballeros –responde guardando el sobre en su mochila, y exhibiendo su mejor sonrisa de agente secreto. Los dos hombres cruzan miradas sonriendo.

Fue cuando estaba pensando en la cara de envidia que iba a poner el "pulga" cuando viera lo que había ganado en un solo "trabajo", cuando sonó el celular del hombre de terno...

"—¿Sí...?

"...¿Está seguro?... –lo dice lentamente, con mucha tranquilidad

"...¿Porqué lo dice...? –no se inmuta.

"...No,... usted sabe que no es mi estilo...–dice sin perder la calma

"...Está bien, tráigamela a la funeraria... Adiós. –Su rostro inmutable, no refleja ningún sentimiento.

Fuera lo que fuera... suena terrible. Ricardo empieza a "pasarse cualquier rollo", como dice él. No sabe si tirarse del auto o esperar un balazo en la cabeza. Nuevamente siente correr unas gotitas de transpiración por su espalda. Si su estómago sigue subiendo y bajando como la ha estado haciendo durante todo el día, fijo que va a vomitar.

—¿Qué pasa? –pregunta el de barba.

—"Problemas" –dice por toda respuesta, el de terno.

—Necesito que nos acompañes a conversar algo –dice el de terno a Ricardo. Luego ordena al chofer que los lleve a la “funeraria”.

El pánico parece apoderarse del muchacho, quién solo atina a mirar hacia un punto lejano e indefinido, con sus ojos desmesuradamente abiertos. ¿Qué puede haber pasado? Las posibilidades comienzan a desfilar por su cabeza: ¿Alguien los vio en el “fliper” y los delató? Pero entonces no calzaría la frase “usted sabe que no es mi estilo”, que dijera el de terno por el celular... Y eso de “la funeraria”, ¿será un lugar, o una manera de decir : “conviértelo en “finado”?. Entonces qué significa el que haya dado la orden por celular “Tráemela a la funeraria”. ¿Los habría traicionado la gorda de las palomitas, y la van a convertir en “fiambre” y quieren que él les informe algo raro que ella hubiera hecho?. No vio nada extraño en la gorda. Es más, se comportó amable con él. ¿Y por qué le dijo al chofer “llévanos a la funeraria”? ¿Querrán llevarlo a algún terreno baldío donde le van a meter “dos tunazos”?. ¿Pero, porqué? Él entregó el paquete conforme. El cara de “Segismundo” incluso probó la “mercadería”, y la encontró bien. Y luego está el asunto del dinero... Él nunca pensó quedárselo. A pesar que en vez de haber ido a buscar al taxi, podría haberse ido por otro lado y no devolverlo. Pero eso habría sido estúpido. No habría llegado muy lejos, y tal vez ya estaría finado para esta hora. O a lo mejor no hay nada extraño, y lo que quieren es hacer desaparecer toda evidencia, y consideran que él “sabe demasiado”, y por eso se lo van a “echar”. Pero entonces para qué tomarse la molestia de entregarle el sobre con los cincuenta mil, si igual se lo iban a “despachar”. Y ¿qué significa el llamado que recibió el del terno?... Después de todo fue eso lo que les hizo cambiar los planes de dejarlo ir, a interrogarlo o ... no entiende nada... Trata de recordar qué mas dijo el del terno cuando hablaba por celular... «¿Por qué lo dice?». ¡Sí!, dijo: “Porqué lo dice...” Por qué dice ¿Quién?, y ¿qué cosa es lo que dice?... ¿Quién llamó por celular al de terno? “¡Bingo!”, ¡Tiene que ser el “cara de Segismundo”!... Él lo llamó dos veces en su presencia. Para informarle que él había llegado, y que le estaba enviando “las palomitas”. «Elemental, mi querido...» Ah, ¡cállate “Cherloc”!, está demasiado asustado para jugar a los detectives. ¿Pero para qué lo llamaría, si la transacción había sido un “éxito”?. Algo le dice que muy pronto lo sabrá... El vehículo entra por unas calles adyacentes al centro comercial, y se detiene frente a una funeraria... ¡Una funeraria!... Bien. Por lo menos la funeraria es un lugar verdadero. Pero por alguna razón, eso no lo hace sentir más tranquilo. Los dos hombres bajan del vehículo, e invitan a hacer lo propio al muchacho. Miran a su alrededor. Tal vez sea lo último que vea... No deja de pensar en lo irónico de su situación. Después de todo, lo pueden sacar en un cajón, y nadie se extrañaría... ¡Es una funeraria! Y de ella salen cadáveres en cajones todo el tiempo.

—Cacería de Pingüinos— Cap. 9

—Confusión en el correo—

Al llegar al correo, Ricardo, que ha estado observando a cada pasajero, asegurándose que son personas comunes y corrientes, baja por la puerta trasera. Camina hacia el otro paradero, cerca de un negocio de video-juegos, donde debe tomar la otra línea de recorrido. De improviso, una mano que coge su brazo, le hace dar un sobresalto...

—¡"Cabezón"!... ¿Qué hací' aquí', loco? Me asustaste, socio...

—¿Y porqué te asustaste, "pingüino"? –dice sonriendo.

—Es que... No, lo que pasa es que no esperaba que estuvieras aquí, pu' socio.

—Aah. Oye, loco. Te invito a jugar unos "fliper"...

—Putas' lo siento, socio. Ahora no puedo... es que voy apurado a... un negocio. Después te explico.

—¿Me estai´ rechazaaando, loco? –dice molesto, el "cabezón", tomándolo de la mochila–. ¿Y qué diriai', "hociconeta", si después te voi' a buscar al liceo y te saco la... –En este punto el "cabezón" tiene la "amabilidad" de recordarle a toda su parentela, incluyendo a su polola.

—Puchas, no te enojís, pu' socio. Si querís, después le preguntai' al "tijera". Él te lo puede explicar todo, socio. Ahora tengo que tomar la locomoción –explica, convencido de que es mejor que el "cabezón" le dé una "fleta", antes que lo conviertan en "animita", como dice el "pulga". El "cabezón" no deja de sujetar su mochila, impidiendo que pueda subir al taxibús. De improviso, y con un rápido movimiento, el "cabezón" le saca la mochila. El corazón parece que le fuera a saltar del pecho...

—Oye, no pu' socio –dice con angustia–. Devuélveme la mochila pu'. ¿Pa' qué la querís' vo'?, si son puros cuadernos, socio –dice, rogando que al "cabezón" no se le ocurra abrirla.

—Es que vo' no querís' aceptarme un "fliper" pu', loco. Soi' 'mala onda', "hociconeta" ¿ah?. Y después andai' llorando que te pase unos "pitos" pa' hacer negocio... –dice el muchachón, en tono taimado e irónico.

—Y si jugamos un "fliper", ¿Me dajai' irme?

—¡Clarimba, pu' loco!, Si nos jugamos uno solo, y después nos vamos. ¿No vis' que ando apurao', porque tengo que hacer unas "entregas", loco?.

«¡Salvao'!».

El "cabezón" le devuelve la mochila, lo que hace que regrese su corazón al pecho. Entran al negocio de video-juegos, y Ricardo se asegura que el "cabezón" le haga prometer que será solo un juego, cosa que el muchachón promete sin dificultad. En medio del juego están, cuando el corazón parece que se le va a paralizar... En el centro de la puerta, de pié, está el "tijera", llamándolo con su dedo índice. El jovenzuelo mira al "cabezón", haciéndole una seña con su cabeza para que mire hacia la puerta. Lentamente se acercan al "tijera". El "cabezón" con su cara llena de risa, y el "Pilo" con una que parece conducirlo al matadero.

—Hola, "tijera". ¿Qué andai' haciendo por acá, loco –dice sonriente el "cabezón".

—¿Qué fue lo que conversamos, "pingüino"?. –pregunta molesto, el "tijera", ignorando el saludo del "cabezón".

—Es que el "cabezón" me... presionó pa' que jugáramos un puro juego...¿verdad, "cabezón"? –se disculpa el "Pilo", rogando que el "cabezón" no le vaya a pegar la "desconocida".

—¿Qué pa', loco? —pregunta el aludido, con cara de interrogación–. Yo jodí, al socio pa' que jugáramos un puro "fliper".. ¿Por qué, loco? ¿Qué "drama"?.

—Vo' no te metai' "cabezón" –responde molesto, el "tijera", mientras le quita la mochila al asustado jovenzuelo–. Vo' sabís' muy bien, "cabezón", que cuando se está "piloteando", no se puede andar haciendo estas 'leseras'. Y menos cuando es una "entrega" tan importante como la que llevai' aquí, "pingüino" "asopao". –dice en voz baja, para evitar que los demás escuchen la conversación. ¿Querís que nos manden a toos', al "patio de los callaos'?... Y así te creís "profesional", "atontorronao'". No te alcanza ni pa' payaso. Voi' a tener que encargarme yo mismo de la entrega... Después verís' vo' qué explicación le dai' al "barba", pingüino "asopao".

La sola idea de darle explicaciones al hombre de la barba, le congela la sangre. Ahora es su turno de sentir que el estómago le da vueltas descontroladamente.

—Oye, "tijera" –interviene el "cabezón"–. No le carguís' los dados, al "pingüino", pu' compadre. Yo no sabía que andaba en una "entrega". Si no, no lo habría "hinchado", pu' loco...

—"Al baño"... –dice cortante, el "tijera".

—¿Qué...? –pregunta sin entender, Ricardo.

—Que vayamos al baño, "pingüino" –dice a modo de explicación el "cabezón".

Mientras se dirigen a los servicios higiénicos, Ricardo recuerda con angustia las palabras del "pulga": "En las “ligas mayores” compadre, no te pegan una patá’ en el traste si te equivocai’, loco. Te pegan un par de “tunazos”, y te convierten en “animita”, loco". En el baño está orinando un viejo borrachín, que al verlos entrar, los saluda con jolgorio. El "tijera" lo hace a un lado de un empujón, pidiéndole , no de buenas maneras, que salga del baño. El borracho se envalentona y a su vez lo "amenaza" en medio de una persistente tos.

—Vírate, viejo "tuberculoso"... –dice el "tijera" tomándolo por las solapas del sucio abrigo.

—Sí, sí. Me voy a morir de tuberculosis, ja, ja, ja. –dice riendo el viejo, tratando de abrazar al delincuente–. Ven. Ven a "bailar con la muerte", ja, ja, ja...

—Oye, "cabezón", tiéneme' la mochila –dice el "tijera", mientras se desase del viejo, empujándolo fuera del W.C.

Ricardo, observa la escena, con ojos asustados, esperando que ésta dure para siempre, y no tenga que quedarse a solas con el "tijera". Pero la cruda realidad es que todo tiene su fin, y él no quiere que éste sea el de él... El "tijera" pide al "cabezón" que se quede en la puerta impidiendo que alguien entre, mientras él lleva al "Pilo" hacia un rincón del cuarto...

—Mira, "pingüino" –dice tomando a Ricardo, por la solapa, quien lo observa con ojos desmesuradamente abiertos–. Vo' estai' arriesgando a que me hagan "fiambre" por tu culpa. Y antes que pase eso yo...

—Oye, "tijera" –interrumpe el "cabezón"–. No "carguí" al "pingüino", pu' socio. Si el "pitufo" me hizo caso a mí pu', loco. Dale otra oportunidad... pu' loquillo.

—¿Vo' te hací' responsable por él, "balsa"? –responde el "tijera", soltando a Ricardo.

—Yo me hago responsable, pu' loco... Total no pasa na'.

—Está bien. Pásale la mochila... Mira, "pingüino", –dice ahora el "tijera", dirigiéndose a Ricardo– agradece al "cabezón" que vai' a tener otra "chance". Pero te advierto desgraciado : Esta pasá que hiciste a los "fliper", nunca pasó ¿entendiste? –el asustado muchacho asiente con la cabeza–. Nunca me viste a mí... Nunca te encontraste con el "cabezón". Si el "barba" te pregunta, : Vo' te bajaste de la "22", esperaste un rato, y después te subiste a la "35". Si te poní' a "hociconear" con el pulga, o con cualquier otro "pingüino", yo tengo como "datearme", vo' sabís. Y si le mencionai' al "barba" que me viste a mí, o al "cabezón", ... date por "finao'". ¿Oiste?

—Además –dice el "cabezón"–, no podís "venderme" a mí, loco. Yo te estoy salvando el "pellejo", loco. No te olvidí, que estamos toos' metíos' en esto.

—Gra... gracias..."cabezón" –dice con un suspiro de alivio el jovenzuelo–. Putas' con lo que estai' haciendo por mí, ni aunque me maten, voi' a soltar "jeta", socio –dice con seguridad, para congraciarse con los dos delincuentes.

El asustado "Pilo", comienza a recuperar su tranquilidad. Después de todo no han pasado más de cinco minutos en todo este desagradable episodio, y puede explicar sin problemas que la "35" se demoró un poco al pasar. Recordando los argumentos de las películas que ha visto, y como un detalle "profesional", pregunta...

—¿Se molestan si confirmo que el "paquete" esté todavía en la mochila?...

Los dos delincuentes cruzan miradas, sorprendidos. No esperaban tal reacción del "jovenzuelo".

—Me parece una muy buena idea, "pingüino" –dice el "tijera", mirando desconfiadamente al "cabezón"–. En este "negocio" hay que cuidarse el "traste" de toos'. Aquí no hay amigos...

—"Lo mismo digo" –responde el "cabezón", dándose por aludido, y devolviendo la misma mirada de desconfianza al "tijera".

El "Pilo" se siente hinchado de orgullo, al demostrar que, después de todo, el es un "profesional". Pasado el susto, vuelve a adquirir su actitud fanfarrona de siempre. Abre pausadamente la mochila, y emulando al hombre de la barba, moja su dedo meñique con sus labios, lo mete por un pliegue del paquete, y se lo lleva a su lengua, ante la mirada atónita del "tijera".

—¿Qué creís' que estai' haciendo "pingüino"? –pregunta molesto el delincuente...

—¿Y si cambiaron el paquete? –dice por toda respuesta.

Nuevamente los delincuentes cruzan miradas, ahora más sorprendidos.

—Después de todo, este "cabrito", no es ningún "gil" –comenta el "tijera"–. ¡Aprende, "cabezón"!...

El "Pilo" siente que el botón de la camisa le va a saltar del pecho... Ya se siente nuevamente dueño de la situación. «Es buena», dice ante la sorpresa de los delincuentes.

Claro, el nunca ha saboreado cocaína. Solo la ha fumado, y de mala calidad, en "cigarrillos-monos". Pero el sabor ácido y picante del polvo, le hace estar seguro que es genuina. El "tijera" hace lo propio, sin quitarle le vista a Ricardo, aún sorprendido por la "ocurrencia" del muchacho. El "cabezón" se apresura también a dar su veredicto... «¡Concha!... es de la pura», dice muy sorprendido. Los tres salen del negocio de video-juegos, no sin antes cerciorarse que nadie los está observando.



El trayecto en la "35", ocurre sin contratiempos. Siempre observando a los pasajeros, con mirada felina, Ricardo repasa una y otra vez los acontecimientos en los video-juegos. No puede esperar a contarle al "pulga", cómo el "tijera" le dijo al "cabezón" que aprendiera de él. Claro, solo le contará eso. Con respecto a lo demás, el "pulga" tendrá que entender que el trabajo "profesional" no se comenta con nadie, ni siquiera con su mejor amigo. Se imagina que ahora el "cabezón" no tendrá excusas para entregarle "pitos" para colocar en el liceo. ¡Qué pitos!. Ahora le exigirá solamente "monos".

—Cacería de Pingüinos— Cap. 8

— En las Ligas Mayores—

En su casa, Ricardo inventa una excusa para llegar más tarde. No le cuesta mucho convencer a sus "viejos" que va a acompañar a Camila a ver al médico. Sus padres hasta se alegran que esté mostrando algún grado de responsabilidad. Antes de acostarse esa noche, pasa largo rato frente al espejo con sus anteojos de sol, haciendo "poses" de "duro". Subiendo el cuello de su camisa y peinando y despeinando descuidadamente su chasquilla. Ensayó, varias veces, cómo sacar su cortaplumas rápidamente del bolsillo trasero. Incluso desafió, con voz grave, a muchos contrincantes imaginarios que lo cercaban desde todos lados. Luego, agazapado tras su cama, dio cuenta a balazos, de tres "drogos" que lo venían siguiendo.

A la mañana siguiente, apenas pudo esperar a engullir el desayuno y salir "abriendo". Habían asuntos "demasiado importantes" que lo esperaban a la salida del colegio. Le informó a su mamá que almorzaría en el colegio. Impaciente esperó el término de clases, y pidió permiso para retirarse un poco más temprano, según lo convenido con el "tijera". Claramente el "tijera" le había advertido que nadie, ni siquiera el "pulga" debía saber qué dirección tomaba, o para qué lado debía llevar el "paquete". A la salida del liceo, se preocupa de mirar hacia todos lados, para descubrir si alguien lo está siguiendo, tal como lo había visto hacer en una película de "gansters". Camina unas seis cuadras hacia el sector alto, y se introduce en un callejón previamente indicado por el "tijera". Claro, como se considera "profesional", antes de entrar en el callejón, se asegura que nadie lo esté viendo. Si no es ningún "gil". El taxi "Lada" se encuentra estacionado, cerca de la esquina, con la tapa del motor abierta, mientras el "tijera" finge estar reparando una pana. Con un ademán, el hombre de la barba, le indica que suba. Le acompañan, el hombre de terno y otro individuo alto, al cual el "pilo" encuentra pinta de "matón". Le llama la atención no ver al "cabezón".

—Sube, "pingüino" –dice el de la Barba.

El "matón" se baja del asiento, para dejar a Ricardo en medio de los dos hombres. Un fuerte olor a tabaco sale de la boca del "matón", quien lo mira insistentemente, mientras dura la conversación.

—Me informaron que tú nos vas a hacer el "transporte"... Dice calmadamente el de la barba.

—Sí, pu' –responde ufano, el jovenzuelo, tratando de parecer "duro" y experimentado.

—¿Cuántos años tienes?

—"Diecisiete".

—Representas menos...

—Es que soy bajo de estatura.

—¿Ah sí?

—Sí, pu'.

—¿Sabes lo que tienes que hacer?

—Sí. El "tijera" me lo explicó too'.

—Repítelo...

—Debo llevar el paquete que ustedes me van a entregar, hasta el otro lado de la ciudad, en la población Norte, en la Avenida Oriental con Poniente, al lado del estadio Comunal. Ahí debo ubicar a unos vendedores de palomitas de maíz, decirles el santo y seña...

— "Repítelo"...

—"¿Tiene palomitas acarameladas?" y él debe decir: "No pero si tu me traes azúcar... yo te las preparo". Ahí le entrego el paquete.

—¿Y si él te dice "No, no vendemos palomitas acarameladas, pero tráeme otro día azúcar y entonces te las puedo preparar"?...

—Significa que hay "ratis" observando. No saco el paquete y me regreso donde ustedes.

—Te aprendiste bien las instrucciones. Bien.

— «Soy profesional».

—¿Ah, sí? ¿Haz hecho otros trabajos como éstos?.

—Chis' varias veces, pu'.

El "tijera", que ha escuchado el comentario, esboza una sonrisa irónica, mientras sigue fingiendo que repara el vehículo.

—Bien. No olvides que debes tomar un taxibús línea 22, y ...

—...Y bajarme en el correo –interrumpe el "Pilo", deseoso de demostrar que se las sabe "todas"–. Luego tomo una línea 35, para despistar, y sigo hasta el paradero 15 de la Avenida Oriental. Ahí me bajo y busco la calle Poniente.

—Está bien. Ya me demostraste que tienes buena memoria —dice el de barba–. Vamos a ver si ahora haces un buen trabajo. Puedes ganar mucha plata con nosotros si trabajas bien, chico. –El "Pilo" sonríe, mientras se imagina limpiando su equipo "estereo" cuadrafónico, tocando a «todo chancho».

—Toma, éste es el paquete –dice el hombre de terno, pasándole un paquete de aproximadamente medio kilo, muy semejante a los que venden en los supermercados.

Antes de permitir que el muchacho lo tome, el de barba lo abre por la parte de arriba, extrayendo, con sus dedos, una pequeña cantidad de un polvo blanco, que se lleva a la boca. Después de saborearlo, da a probar otra pequeña cantidad al de terno.

—Está correcto –dice el de barba al hombre de terno–. Estamos entre caballeros.

El "Pilo" guarda cuidadosamente el paquete en su mochila, cerrando el cierre. Y emulando a algún personaje de esas películas que gusta de ver, se baja del automóvil diciendo a modo de despedida...

—"Caballeros?..."

El "matón", baja del automóvil, sonriendo ante la candidez del jovenzuelo, permitiendo que éste baje arrugando la nariz por el fuerte olor a tabaco del aliento del hombre.

Ricardo dobla la esquina de la calle por la cual llegó, perdiéndose de vista. El "tijera" baja el capó del automóvil y se acerca a la ventanilla del hombre de barba.

—Ya sabes lo que tienes que hacer –dice lacónicamente el hombre.

El "tijera" asiente con la cabeza, dirigiéndose por la misma dirección en que se fue el muchacho.

—Supongo que no lo perderás de vista... ¿Verdad? –dice el de terno.

—¿Por quién me tomas? –responde casi ofendido, el de barba–. El "tijera" lo sigue en la citroneta. Tengo otro cerca del correo, que se va a asegurar que tome la locomoción correcta.

El de barba sonríe.

—Cacería de pingüinos— Cap. 7

—Traspaso de “trabajo”—

A medida que se acerca el día de la “entrega”, el “pulga” se pone más nervioso. Ya no puede calmar los fuertes dolores de estómago que ha comenzado a sentir durante los últimos días. Hasta su mamá se ha preocupado por el inesperado insomnio que afecta a su hijo. La otra noche tuvo hasta una pesadilla. Se veía huyendo de los detectives, que lo seguían y le disparaban. Trataba de sacarse la pesada mochila de la espalda. Pero ésta estaba “pegada” fuertemente a sus hombros, y no podía liberarse de ella. Cuando por fin lograba llegar a su destino, unos hombres muy grandes, habrían la mochila, y al ver que estaba vacía lo apuñalaban reiteradamente. Ese día despertó bañado en sudor. Ya no podía soportarlo. Tenía que contárselo a alguien o se volvería loco. ¿Pero a quién? El Rolando era un infantil. El flaco Frías, era capaz de contárselo al profesor para pedir una “orientación pedagógica”. Como la última vez cuando le confesó al profesor que habían sido ellos los que se robaron las tizas de colores, para rayar paredes, para que les diera “consejo formativo”. «Lunático». Y ni pensar en el “Pilo”. El “cabezón” ya le había advertido varias veces sobre él.



Esa mañana, un día antes de la “entrega”, había amanecido especialmente tembloroso. Parecía que las piernas no podían sostenerlo. Ricardo estuvo casi toda la mañana insistiendo en que él sabía que algo le pasaba. Y que si no era capaz de contárselo a él, dónde quedaban los amigos. En la tarde, el “pulga” no pudo resistir más la presión, y llamó a Ricardo al baño de los hombres.

—Oye, loco. Mira, escúchame. Te voy a contar algo, pero júrame por tu madre... no, ... por la Camila, que no se lo vas a contar a nadie...

—“Guena”, loco. Si vo’ sabí’ que nunca te he vendio’ pu’... no me salgai’ con esa ahora...

—No, pero... júramelo, loco... júramelo por la guagua de la Camila, loco.

—Ya, está bien. Te lo juro –responde Ricardo, haciendo el gesto de juramento.

—No, pero... por la guagua de la Camila, compadre...

—Ya, oh... Te lo juro por la guagua de la Camila, que también va a ser mi guagua, pu’ loco... No me quiero ni acordar, compadre –dice, llevándose una mano a su cabeza, y cerrando los ojos–. Mis taitas quieren hablar con los viejos de la Camila pa’ casarme. ¿Te dai’ cuenta, loco? Mis propios viejos me quieren joder... ¡Dónde vamos a llegar en este país pu’ loco!...

El “pulga” se presiona la parte superior de su nariz, cerrando fuertemente sus ojos, como sacando fuerzas de flaqueza para poder hablar.

—Mira, socio –dice finalmente con un suspiro, desestimando las desenfadadas lamentaciones del “Pilo”–. Me enredé con los “drogos” grandes, compadre...

—Aah, pulento, loco... Nosotros te vimos el otro día, con el Rolo’, cuando te encaramaste al “Lada”... ¿Y?

—En un principio yo también lo encontré “buena onda”, pu’ loco. Pero ahora ya me hago en los pantalones pu’ compadre...

—¿Por qué, socio?

—Por que en las “ligas mayores” compadre, no te pegan una patá’ en el traste si te equivocai’, pu’ loco. Te pegan un par de “tunazos”, compadre, y te convierten en “animita” pu’ loco.

—¿Y qué es lo que tenís’ que hacer?

—Llevar un paquete al otro lado de la ciudad y entregárselos a unos gallos que van a estar vestidos de vendedores de palomitas de maíz..

—¿Y eso es todo?

—¡Qué!... ¿Te parece poco, loco?

—Chis’ pero si eso es lo más papa’ del mundo, loco. Eso lo hago yo, con los ojos cerrados, pu’ loco.

—Claro, vo’ lo decí porque no soi’ vo’ el que va a arriesgar el pellejo, pu’ loco.

—¿Y qué tanto, loco? ... Si querís’ yo te acompaño...

—¿Estai’ más gil?... No sé cómo te estoy contando, loco. Si este atao’ no tenía que decírselo a nadie, compadre... a nadie. Te lo cuento a vo’ porque me hai’ estado “hinchando” todo el día no más, y bueno, por que ya no me lo aguantaba más, loco...

—¿Y qué hay en el paquete, compadre?

—No me lo dijeron, pero obvio que es “drogueli”, pu’ loco. Debe valer re’ mucho, loco pa’ que me ofrecieran cincuenta lucas.

—¿Cincuenta mil, por ir a dejar un paquete? ¿Y cuántos paquetes tenís’ que llevar?

—No sé. No me dijeron. Pero si lo hago bien, me van a mandar too’ el tiempo, supongo...

—Puchas’ socio. Yo me conformo que me enviaran unas dos veces,... no, unas cuatro veces no más. Chis’ con esa “tucá”, me compro un “estereo” de miedo, compadre, con unos parlantes así, loco...

—Oye, ¿Vo’ hay estado escuchando lo que yo te digo, loco? ¿No escuchaste que te estoy diciendo que me pueden dar unos “tunazos”, si me va mal?



Ricardo ríe ante el temor del "pulga". ¿Qué puede pasar con ir a dejar un simple paquete de un lugar a otro?. "La vida tiene sorpresas" reza una popular canción. Y a veces teje dramas, que se ciernen sobre los incautos cual tragedia Griega. Pero el "Pilo" piensa que él es «agallao'», no como el "pulga", que se «'mea' en los pantalones», cuando tiene que hacer un "trabajo" importante. Si fuera él quien llevara el paquete, «lo haría en "tres tiempos". Y además les compraría un paquete de palomitas, a los gallos, pa' despistar». Éso es ser "profesional". La vida, cual araña gigantesca, teje dramas... Y en este caso el tejido no es para el "pulga". Su repentino temor, lo ha rescatado de la "araña", aunque él todavía no lo sabe.

—Oye, "pulga". ¿Y vo' no podí' hablar por mí, loco? Yo también podría hacer entregas importantes, compadre. Y a mí no se me harían gelatinas las "patas", loco... –dice, adoptando esa ridícula facha de "duro" que molesta al "pulga", y lo hace arrepentirse de haberle contado el cuento.

—Oye, "asopao",... ¿Vo' creís' que es "chiste" meterse con esos gallos, loco?. Madura, loco... –dice el "pulga" mientras vacía su vejiga en el urinario.

—Bueno, "gallinita co-co", ja, ja, ja. –se burla Ricardo, dando un golpe en la espalda a su amigo, haciendo que se moje los pantalones con su orín– Si "ponís' reversa", les decí' a los "drogos" que "todo pasando" conmigo, loco.

—Oye, loco me hiciste mojarme los pantalones , "asopao'"...

—Ah, yo creí que ya los traías mojados de antes, loco, ja. ja. ja.

«Mojón inflao'».

Durante la siguiente hora de clases, trata en vano de concentrarse... Se siente enfermo... Siente un nudo en la boca del estómago. Si solo pudiera cambiar con el agrandado del "Pilo". Total,... él estaría feliz de encargarse de la entrega. La idea de amanecer enfermo al día siguiente y no cumplir con el "trabajo" se posesiona cada vez más de su afiebrada mente. Faltando unos minutos para el término del día de clases, toma la decisión: Se acerca al profesor apenas suena el timbre de término de clases...

—Señor...

—¿Sí, "pulga en el oído”?... ¿Qué te pasa, hombre? Hace días que te noto pálido y ojeroso...–dice el profesor, poniendo su mano sobre el hombro del muchacho–. No me vayas a decir que estás fumando "yerba", pu' Pizarro...

—No, profe, cómo se le ocurre... Lo que pasa es que hace días que ando enfermo del estómago. Me dan unas "diarreas" cototas' profe. Pa' más, casi no duermo bien. Me dio "insomio".

—"Insomnio"....

—Yo de eso quería hablarle, profe... Mañana quiero ir a ver al doctor, porque mi mamá se está preocupando mucho que no duermo. Y a lo mejor voy a tener que pegarme la falla varios días.

—Me parece una buena idea. Si traes el certificado médico de atención, no va a ver ningún problema. ¿Estás seguro que no tiene nada que ver con...?

—Na´que ver, profe. Tranquilo... Usted sabe que yo no le hago a esas cosas pu’ señor...

—Está bien. Si tú lo dices, te creo.



Apenas abren la puerta del liceo, el “pulga” se apresura a salir en dirección al paradero de locomoción colectiva. Ni siquiera desea toparse con el “Pilo”. Lo único que quiere, es estar en su casa, lejos de los “drogos”.

—Hola, “pulga”...

El saludo del “tijera” lo hace dar un sobresalto. No se lo esperaba. Trata de dominar el temblor de su voz. No quiere dar a entender que se ha acobardado.

—Ho...hola, “tijera”. ¿Qué hay? –responde lo mas tranquilo que puede aparentar–. ¿No ibas a venir mañana?

—Claro, pu’ “socio”. Pero tenemos que fijar la hora, y dónde nos vamos a encontrar. No pensarís’ que vamos a andar con el “paquete” bajo el brazo, pu’ loco...

—Oye, “tijera”. De eso quería hablarte... Lo que pasa, socio, es que me enfermé hasta la tusa. ¿Sabís que ando con unas “diarreas” re´grandes, socio?. Putas’ lo que más siento son las cincuenta lucas,... pero no voi’ a poder hacer la entrega, socio... ¿Podríamos dejarlo pa’ otro día?

—¿Me estai’ “vacilando”, “pingüino”? –dice el “tijera”, cambiando inmediatamente el tono de la voz. Eso precisamente es lo que hace que el “pulga” sienta nuevamente los retorcijones de estómago–. ¿Vo’ creí’ que les voi’ a decir a los gallos que hicieron medio atao’ pa’ mover la “diosa”, que vamos a tener que “chantar” too’ porque el “piloto” se enfermó? ¿Tai’ enfermo del mate, loco? ¿O querís’ que me lo “manden a guardar”?..

—Yo entiendo, “tijerita”, pero ¿qué puedo hacer, pu’ “socito”? Si camino tres pasos y tengo que salir apretando cachete pal’ baño, pu’ socio...

—Ese es tú problema, “pingüino”. Te ponís un corcho y “pilotiai’” o te vai’ cortao’ –dice en tono terminante, el “tijera” y con cara de no muy buenos amigos.

El “pulga” comienza a sudar por la espalda, y por un momento no sabe si es la transpiración que le corre por entre los glúteos, o es que va a necesitar calzoncillos limpios.

A cierta distancia, el hombre de barba y otro individuo delgado, de terno y corbata, observan la conversación desde el táxi.

—¿Qué pasa, que noto al “tijera” medio alterao’? –dice el de terno.

—No sé. Parece que hay problemas... “joder”.

—¿Investigaron bien al “pingüino"?

—Sí. Es de fiar. Ya ha hecho otros trabajos para nosotros... No te preocupes.

—No, si yo no me preocupo. El que tiene que preocuparse eres tú. Tú y tu gente. No te olvides que es la primera entrega con los “cholos”, y no quiero que nada salga mal... nada.

—Lo tengo muy presente.

—“Te vale”.

—Mira, ahí viene el “tijera”...

—Hay un problema –dice el “tijera”, sobando su barbilla mal afeitada, una vez que alcanza la ventanilla del automóvil.

—“Soluciónalo” –dice parcamente el de terno.

—Necesito la autorización de usted, jefe.

—“Vomita” –dice el de terno.

—Es que el “piloto” se enfermó. Anda con “diarrea” y no puede ni caminar

—¿Y por lo tanto?... –pregunta el de barba.

—Existe la posibilidad de cambiarlo por otro que también usamos, y que ya nos ha hecho otros “trabajos”...

—¿Y es bueno? –pregunta el de barba.

—Al menos hasta ahora nunca nos ha fallado...

—¿Y sabe el oficio? –pregunta ahora el de terno.

—Bueno... antes trabajó con la competencia, y conoce bien el mercado. Ha hecho otras entregas grandes... es “profesional” –miente el “tijera”, para salir airoso del problema.

—¿Qué dices tú? –pregunta el de terno, al de barba–. Después de todo ustedes son los que ponen en “traste”...

—Mmmm... Está bien. Si el “tijera” lo conoce...

El de barba le hace un gesto con la cabeza al “tijera”, asintiendo. El delincuente regresa donde el “pulga”.

—Esta bien, "pulga". Está hecho. Anda a buscar al... ¿Cómo se puso, el "balsa"?... Ah, el "Pilo"...

«¡Encantadísimo!».

El "pulga" debe hacer verdadero esfuerzo por evitar la sonrisa que puja por apoderarse de su transpirado rostro. Le invade una alegría desatada. Por poco le da un beso al "tijera".

—Oye, "pulga"... Supongo que cachai' que las cincuenta lucas, se las vamos a tener que pagar a tu amigo.

—No, no, por supuesto... lógico. Está bien. Pa' la otra será pu' –responde condescendiente el jovenzuelo, tratando de parecer afectado...

Ya pensará algún "drama", para que esa otra vez no sea nunca... Por último le echa la culpa a su "vieja".

El "pilo" no puede creer su "buena suerte". Incluso hasta dio las gracias, el iluso. Al "pulga" ya no le quedan dudas que el "cabezón" tenía razón en cuanto a su amigo.: agrandado y "payaso". De todos modos espera que no le pase nada. No se perdonaría que le ocurriera algo. Fijo que tendría pesadillas con él. Y capaz que viniera con los "monstruos del pantano" a llevárselo por las "patas".

—Cacería de Pingüinos— Cap. 6

—Encargo mortal—
Ese fin de mes, después de la fiesta en casa del “pulga”, el “tijera” viene al liceo a esperarlo a la salida de clases. Viene en un taxi “Lada”, bastante mal cuidado. Al volante se encuentra un hombre de unos 35 años, barbón, semi-canoso, de nariz aguileña. Invitan al “pulga” a subirse al vehículo, cosa que a Ricardo y a Rolando que lo acompañan, les llama mucho la atención. «Son los “drogos”», se dicen. El automóvil se introduce entre las calles adyacentes al colegio, perdiéndose de la vista de ellos. Se dirigen a un sitio eriazo, cerca de la línea del tren.

—Así que vo’ soi’ el famoso “pulga” –dice el hombre de barba, deteniendo el táxi, cerca de un garage mecánico, pasando desapercibido entre los muchos vehículos estacionados.

—Sí, pu’, yo soy... –responde el jovenzuelo, tratando de parecer “duro”–. ¿Y usted?

—Ja, ja, ja –ríe el hombre, por la “dureza” del mocoso–. Agrandao’ el “pingüino” ¿ah? –dice mirando al “tijera”, como pidiendo su opinión. El “tijera” solo se limita a sonreír.

—¿Y por qué te dicen “pulga”?

—El profe me puso así, por que dice que “hincho” mucho en clases, y dice que soy como “pulga en el oído” –sonríe.

—Mira, “pulga”. El “tijera” me habló muy bien de ti –dice condescendiente, mientras el “pulga” y el “tijera” cruzan miradas sonrientes–. El “trabajo” que hiciste para nosotros, el mes pasado, estuvo muy bien. Y se te pagó bien ¿verdad?

—Sí, me dieron cinco lucas...

—¿Cinco? Qué extraño... Yo te mandé diez –dice mirando al “Tijera”, quien lo mira extrañado, y solo atina a encogerse de hombros–. Encárgate que el “cabezón” corrija el error –dice dirigiéndose al “tijera”, quién asiente con la cabeza.

—Ahora, queremos que hagas unas entregas a unos “clientes” especiales que tenemos –continúa el hombre–. Si lo haces bien, puedes ganarte hasta cincuenta mil... ¿Qué te parece?...

—¿Cincuenta... mil? –responde el jovenzuelo, pensando que escuchó mal–. ¿En cada entrega?

—En cada entrega.

—“Concha”.

El hombre lo observa complacido. Sabe que para un muchacho de 17 años, ese es mucho dinero.

—“Cincuenta mil” –repite incrédulo y sonriente–. ¿Y por entregar unos papelillos a los bancarios?...

—Olvídate de los bancarios. Esto es mucho más importante.

—¿Ah sí?

—Por supuesto. Se trata de entregar un paquete muy valioso, al otro lado de la ciudad. El problema es que nosotros estamos siendo vigilados por los “ratis” –dice en tono confidencial, y mirando a su alrededor, como confirmando que nadie los haya seguido o los esté observando.

—¿Y qué hay en el paquete? –pregunta curioso, el jovenzuelo.

—Eso no te interesa, “pingüinito”. Solo debes saber que es muy, muy valioso. Si el paquete se pierde, nos vamos “cortaos’” todos juntos... ¿Entiendes?.

Un estremecimiento recorre la espina dorsal del “pulga”. Él entiende muy bien, lo que significa “irse cortado”. De pronto ya no le parece buena la idea de llevar el paquete. ¿Y si se pierde? ¿O si lo detienen los “tiras”?

—Supongo que no tendrás miedo ¿verdad? –dice el hombre, adivinando los pensamientos del jovenzuelo.

Es como si le dijeran “gallina”. Y él nunca ha sido un gallina. Aunque el "Pilo" a veces se complace en llamarlo "gallina", cuando no se atreve a secundarlo en alguna decisión disparatada, de esas que le gusta hacer a él. Eso es ser prudente, pero no "gallina". Después de todo llevar un paquete en la mochila, no llamará la atención de nadie. Se tranquiliza.

—No, por supuesto que nó –se apresura a enfatizar, mientras el “tijera” y el hombre se miran sonrientes. Han tocado la fibra precisa de amor propio del muchacho.

—¿Tu papá sabe que haces estos “trabajos”? –pregunta el hombre, mirando fijamente al muchacho.

—No tengo papá –responde.

—¿Y tu mamá?

—Ella no sabe. Cree que me gano la plata encerando casas.

—¿Ella trabaja? –pregunta hábilmente el hombre.

—Trabaja lavando ropa –responde casi avergonzado.

—¿Tienes más hermanos?

—Un hermano chico, el Claudio.

—“Ah”.

El, “tijera” y el hombre, se miran sonrientes:

«El pingüino perfecto».

—Cacería de pingüinos— Cap. 5 –

—Cazadores de pingüinos—

En la tarde, cerca de la hora de salida de los estudiantes, dos jóvenes de unos veinte y dieciocho años, respectivamente conversan cerca del liceo. Visten jean ajustados y poleras deportivas. Uno de ellos, el mayor, se arregla el cabello largo y descuidado dentro de un gorro deportivo. El menor, moreno y de pelo corto, casi al rape, sorbetea de la nariz, con sus manos en los bolsillos, lo que le hace levantar ligeramente sus hombros, mientras mira hacia la salida del colegio.

—¿Cuántos te dejo, "cabezón"?

—Déjame diez no más. En este colegio no hay muchos pingüinos "enganchados".

—Oye, ¿Y el cabrito que te vendía adentro? ¿Le vai' a pasar algunos?

—¿Tai' mas gil'?. Ese loco es 'agrandao' el loco. Quiere ser revendedor, y apenas le alcanza pa' "piloto". Too' por que una vez lo usamos pa' acarrear "monos" pa' una entrega a un gallo bancario, se las anda "mandando" con los otros pingüinos. Y capaz que nos venda, el loco. A ese lo "aprietan" un poco y se las "canta" toas', y sin acompañamiento, el loco. Les dijo a toos', que le digan "Pilo". Cacha' que es atontorronao' el loco.

—¿Y pa' qué le pasaste entonces, pu'?

—El loco del "pulga" me lo recomendó. Y yo mas 'sogan' agarré ‘papa'. Pero cuando el "pulga" me dijo que andaba "hociconeando" grandezas, lo "chanté" en primera al loco. Ahora ni al "pulga" le paso, por gil.

—Oye, pero aquí tenís' muy pocos pingüinos, pu' "cabezón". El "agazapao' " me está apretando a mí, pu' loco. Tenís' que ponerle más pino, pu' "cabezón". Acuérdate que ya llevai' casi un año "trabajándote" este liceo.

—Chis, tranquilo, loco. No me vengai' a poner la "máquina", pu' "tijera". Vo' sabís' que en este liceo hay un director re' jodio'. Le revisa hasta los bolsos a los pingüinos...

—¿Y cómo el "Rancio"? Ese compadre tiene cazaos' como a 50 pingüinos, en el liceo de su población.

—Chis' pero no me vai' a venir a comparar con el "Rancio", pu' paleteao'. El loco lleva como dos años "trabajándose" esa escuela. Además en ese liceo hay como dos profes que le hacen a los "monos", pu', compadre. Con esa ayuda, chis' hasta quién.

—Na' que veeer, "cabezón" –dice el grandote, mojándose los dedos con los labios y dando una palmada en la cabeza a su compañero–. Tai' más chalao'... ¿Vo' creís' que los profes van a andar haciéndole propaganda al "Rancio"? ¿Creís' que los "fespro" van a arriesgar a que los metan a la 'cana' por ayudar al "Rancio"?. Si no son giles, pu' loco. Aónde' la viste.

—"Güeno", "güeno". Será como vos' decí', pu' loco. Pero yo prefiero trabajar solo. A no ser que encuentre un pingüino "agallao'" y que sepa morir en la rueda.

—Ese es tú problema, "cabezón". Si el "agazapao'" te saca de la ruta, vai' a tener que conformarte repartiendo "pastillas" a los cabros de Kinder, loco.

—Vo' sabís' que no, pu' loco. Eso queda pa' tu hermana, loco. Mijita rica...Yo le comería todas sus "pastillas".

—¿Qué te pasa con mi hermana., loco? ¿Qué te pasa con mi hermana? –responde el grandote, sacándose el gorro y golpeando con él a su compañero, quien se mata de la risa.

En esos momentos se abre la puerta del liceo y los estudiantes comienzan a salir. El "tijera" se despide del "cabezón", y se sube a un taxibús. El "cabezón" se acerca disimuladamente a los estudiantes, fingiendo esperar la locomoción...

—Oye, cabrito. ¿Tenís' un cigarro que me convidís'? –dice, eligiendo a una "víctima".

—Claro, compadre –responde el incauto–. Espérate un poco...

—Gracias, compadre. Te pasaaste. Mira... yo ando trayendo "monos". ¿Querís' uno? Toma... te lo regalo. Mañana voy a traer más...

El jovenzuelo, entre risas nerviosas, recibe disimuladamente el cigarrillo con cocaína, ante la curiosidad de sus compañeros.

—¿Cómo te llamai', compadre?

—"Ernesto".

—Ah... ¿Y de qué curso son ustedes?

—Del primero "A" –contestan.

—Oye, Ernesto, ¿sabís si salió el tercero "B"?

—Sí, si salieron... Mira, ese lote de allá son de ese curso.

—¿Conocí' al Antonio Trujillo?

—Pa' na', compadre.

—Ah, está bien. Mañana nos vemos, chao.

El "cabezón", hábil embaucador, se conforma con "cazar" "pingüinos" "de a uno", como dice él, para no llamar mucho la atención. "Es de profesionales" dice. Su experta mirada recorre los rostros de los alumnos, tratando de ubicar a sus "clientes". De pronto reconoce a uno de sus "enganchados".

—Hola, compadre?, ¿cómo estai'?

—Hola, amigo... ¿trajiste...?

—¡Tranquilo, socio! ¿Aónde' vai' tan desesperao', loco?. Correspoonde, pu' socio. ¿No te dije que hoy día iba a traer?. Toma...

—Aquí tení... –El jovenzuelo le entrega disimuladamente un billete de mil pesos.

—Oye, Trujillo. Te aviso que ahora te van a costar "dos lucas".

—Chis, ¿ Y porqué? ¿No cuestan luca?.

—Sí, pero vo' soi' "angustiao'", pu' loco. Y a los "angustiaos'" les cuesta "dos lucas".

—Putas' que soy paleteao, locoo –protesta el jovenzuelo.

—Así están las cosas, pu' "pingüino". Si te gusta bien. Si no, búscate otro que te "calme", loco.

—Chis', ¿Y dónde voy a encontrar a otro que me traiga...? –pregunta el "angustiado" muchacho.

—Ese es tú problema, cabrito. La cuestión es que si querís' más, salta con las dos luquitas no más, loco.

El "cabezón" sabe dar los golpes como todo un "profesional". Sabe muy bien que el "angustiado", para evitar pagar más, buscará a otro "gil" para que le compre la droga, y así podrá aumentar su "cacería". Al final, en el negocio nunca se pierde. Es cuestión de saber mover la "mercadería". Por último, si pierde algo, se recupera, agregando "raspao' de muralla" o un poco de tiza a los "monos". Total los "angustiados" ni lo notan. – «Tienen la "ñata" más 'entumía' que una momia » – dice.

Después de entregar su "mercadería" a varios estudiantes, se dirige a un sector de la reja del liceo que da a la parte trasera del establecimiento. Detrás de unos escombros que dificultan la visibilidad desde el grupo de estudiantes que esperan locomoción, lo esperan el "pulga" y Ricardo.

—Puchas, creí que ya no venías, "cabezón" –dice el "pulga".

—¿Que no viste que estaba "trabajando" a la salida del liceo, loco?.. –responde el "cabezón", mirando con desconfianza a Ricardo–. Oye, ¿no me ibai' a esperar sólo, loco?.

—Es que el "Pilo" quiere dos “monos”, loco. Y me va a convidar uno a mí. ¿Cierto loco?

—Ah... ¿Que no estabai' chantao' loco? –dice el "cabezón, en tono burlón–. El "pulento" se las mandaba, diciendo que él no estaba "enganchao'". Que el día que quisiera se "chantaba", ja, ja, ja. Estai´ jodio' "pulga". Le voy a contar al "tijera" pa' que te suba los "monos", loco.

—Te fuiste al cerdo, "cabezón" ¿ah?. Sabís' que no pu', loco. –dice el "pulga", adoptando postura de matón agrandado–. Pregúntale al "Pilo"... Hace como tres semanas que estoy "chantao", loco. –Ricardo confirma las palabras del jovenzuelo, imitando su postura de gran importancia.

—Chis' la media "yunta" que te buscaste pa´ que te apoye, loco... Cual de los dos mas payasos, los locos –dice en tono despectivo, el "cabezón"–. Pasa las dos "lucas" será mejor, ridículo.

Los jovenzuelos intercambian sus dos mil pesos, por sendos cigarrillos de cocaína con el "cabezón".

—Oye, "cabezón" –pregunta Ricardo–. ¿Sabís' si el "tijera" tiene algún otro "trabajito" pa´mí? Sabís' que necesito plata, socio.

—No sé, "pingüino". Tenís' que preguntarle a él –responde fríamente–. Aunque no creo que te usen a vo'. Te hai' puesto muy "hociconeta", loco.

—¿ Cuaaando, socio?

—No sé pu, loco.–responde el "cabezón"–. Pero he sabido por ahí, que cuando "piloteaste" la última vez, se te "rajó" el "tollo" "quebrándote" con los otros "pingüinos", loco. Eso no se hace, pu'... –dice el delincuente, adornando su comentario con un florido vocabulario de la "mala lengua".

El "pulga" se guarda de hacer ningún comentario al tema, para no quedar en evidencia de que fue él, el informante del "cabezón". "Lealtad obliga", piensa. Y Ricardo no se atreve a contradecir, al muchachón. El "pulga" ya lo ha alertado, que con los "drogos", es mejor irse con cuidado.

—Oye, "pingüino", ¿Me dejai' un rato sólo, con el "pulga"? –dice el "cabezón" a Ricardo, sin esperar su consentimiento, claro.

—Yo ya me voy, socio –responde Ricardo–. Así es que pueden "chacharear" tranquilos...Chao, "pulga".

El joven cruza apresuradamente la calle para tomar un taxibús. Un automóvil estuvo a punto de golpearlo, al pasar por el frente sin que el chofer se percatara. Los gestos del conductor llamándole la atención hacen presumir que le ha recordado a gran parte de su "familia".

—Cacha' el loco "chueco", se llevó los dos "monos" –dice el "pulga", desencantado.

El "pulga" y el "cabezón" se encaminan en dirección contraria a la de Ricardo, caminando lentamente.

—Oye, "pulga". "Chanta la moto" con este pingüino, loco. ¿No vis' que los locos "hociconetas" como éste, son re' peligrosos?. Los tontos se creen "pulentos" y empiezan a "rajar el tollo", y por ahí nos joden a nosotros...

—Si, pero...

—Oye, na' de "pero", compadre. O te "chantai" con el loco, o te virai' del lote. Vo' decidí', loco. Yo no quiero tener dramas con el "tijera", loco. Y menos con el "agazapao'". Vo' sabís' que esos gallos te entierran la "punta", y después te preguntan que pasó, loco.

—Está bien, "cabezón". Lo voy a "virar"...

—No lo virís' de toas', loco. Manténtetelo' bien "enganchao" al loco. Pásale sus "pitos", y naa' más, ¿cachai?. Cacha' que si el gil abre el 'tollo', nos vamos toos' pa' la "capacha", loco. Y a vo' te viran del liceo y te meten a la "naca", loco. ¿Te gustaría? ¿ah?. Mira que en la "cana", a los rubiecitos como vo', le hacen "chupete" los "drogos" de adentro, loco. Y yo voy a ser el primero de la fila, loco, ja, ja, ja –dice riendo el delincuente, acariciando los glúteos del "pulga", mostrando sus bajas inclinaciones.

—¿Aónde' la viste, loco. –reacciona ofendido el jovenzuelo, al ponerse en tela de juicio su virilidad.

—Entonces pu' loco. No metai' al "hociconeta" en el cuento. ¿Estamos?

—Oye, ¿ Y cuándo me van a pagar el "trabajo" de la semana pasada, loco?

—¿Le contaste algo de eso al "hociconeta"?

—No, pu' loco. Si vo' mismo me dijiste que muriera en la rueda. El "Pilo" no sabe nada.

—Estai' aprendiendo, loco. –dice el "cabezón", dando unos golpecitos en la mejilla del joven–. Date vuelta, te voi' a meter las cinco lucas en el bolsillo de atrás. ¡Disimula, pu' "atontorronao"!...

—Después de introducir el billete en el bolsillo del joven, en forma disimulada, y de volver a acariciar los glúteos del muchacho, el "cabezón" se envuelve en una fingida lucha de manoteos con el "pulga".

—Oye, "pulga". Me dijeron que vai' a hacer una fiesta en tu casa ¿ Es verdad, loco?

—Sí, pero era una fiesta del curso. Al final se han echado pa'trás la mayoría de los cabros del curso.

—¿Y por qué no invitai' a algunas "minas" del barrio, loco? . Si me invitai' a mí, yo llevo a la "Sofi" y a la "Vero". El "tijera" puede ir con su hermana.

—Pero no sé si van a querer los cabros del curso...

—Y pa´qué les vai' a decir, pu' loco. Les decí' que soy tu primo, y que el "tijera" es tu hermano mayor, y listoco el pastel, loco. ¡Oye!, en este mismo liceo hay una cabrita de primero, que me deja "monos" casi todos los días. Yo la voy a invitar pa' que vaya.

—Pero va a faltar plata. Con los cabros que se anotaron, no alcanza...

—¿Te alcanza con diez lucas, loco?

—¿Y tenís, diez lucas, vo', loco?

—La preguntita que hací', "asopao"... ¿ Y pa' qué creís' que "trabajo", loco?.

—Sí, pero el "tijera", ¿irá a querer?

—Chis', ese donde hay "copete" y "piernas", llega una hora adelantao' el loco, ja, ja, ja. Además esa plata es como una inversión, loco. ¿No vis' que podimos' hacer negocio?

—Oye, pero no te podí' poner a ofrecer "monos" a los cabros del curso, pu desatinao'. ¿Querís' que me expulsen, loco?

—Tranquilo, loco. Mira,... con que te venda uno a vo', otro al "hociconeta", y otro a la cabra chica del primero medio, ya recupero un resto. Y si algún otro "pingüino" quiere comprar otro, me lo pasai' pa' la pieza y listo, pu' loco ¿Cuál es el problema, "asopao'"?

—Bueno. Yo te aviso, "cabezón", por que depende de que mi vieja se vaya con mi hermano chico a ver a mi abuela a Ovalle, y me quedaría sólo el fin de semana, compadre.

—Una última cosa, "pulga". Pa´fin de mes, hay que hacer una entrega de unos papelillos a unos bancarios y un doctor. Hay que ir a dejárselos a la oficina donde trabajan los locos. El "tijera" quiere que vayai' vo'. Son como sesenta lucas que tienen que pasarte. Tenís' que ir de uniforme, loco, como la última vez.

—¿Al mismo loco de la vez pasada?

—Sí, pero también a otros "angustiaos'" de otro banco. Además hay que llevarle a un doctor de una clínica, en el último piso. Ese loco tiene que pasarte treinta lucas.

—¿Y cuánto me toca a mí?

—Cinco lucas, pu' loco. Lo de siempre.

—Chis' pero ahora es más responsabilidad, pu' loco. Tenís' que pasarme un "resto" más.

—Bueno, de ahí "veímos". "Chabela" loco.

—¡Oye, oye! ¡Cabezón!... –le llama antes que el delincuente se aleje–. ¿Cuándo me van a pasar mas “pitos” pa’ colocar en el liceo?

—Ah, eso... El “tijera” dice que esperí’ un poco. Parece que quiere ver si primero virai’ al “hociconeta”, loco.

El "cabezón" se mete a un negocio de arriendo de videos, mientras el "pulga" sigue su camino hasta su casa. Tendrá que contarle a su mamá, la buena noticia que le salió otro "encerado" para fin de mes.