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El autor.















31 mayo, 2010

—Cacería de pingüinos— Cuento. Cap. 12

—Tiempo de recapitular—


Cap.12



La tregua que significaba irse a su casa, le hizo dar un gran suspiro. Aunque le quedaba claro que no había terminado la historia. Quizás sería necesario comunicarse con el “tijera” y el “cabezón” para que supieran lo que él había tenido que decir. Así sus versiones coincidirían si le preguntaban algo al “tijera”. De todos modos, no le habían dicho qué había ocurrido. Pero a un "profesional" como él, no se le hace tan difícil deducir algo aproximado...: La molestia del "cara de Segismundo", solo se explicaría por que la "mercadería" que recibió, no lo dejó conforme. Quizás no era de la calidad que él había pagado. Tal vez alguien sí cambió el paquete. Pero ¿Y si el paquete estaba adulterado cuando se lo entregaron?. No es posible, piensa. Los dos hombres la probaron antes de entregársela a él. Y los dos estaban conformes. Después no perdió de vista su mochila, piensa, repasando la ruta en su mente, hasta... ¡hasta que el “cabezón” se la sacó de su espalda, cuando lo obligó a jugar en los “flipers”!. Pero está seguro que el “cabezón” no metió mano en la mochila. Él se habría dado cuenta... Además es obvio que el “tijera” lo estaba viendo, y se habría percatado de cualquier intento de cambiar el paquete. En el baño, el “tijera” mantuvo la mochila en su mano... hasta que se la pasó al tijera para zarandearlo a él. Ahí podría haberla cambiado... ¡Y tal vez el “borracho” era su cómplice, y se llevó el paquete original, entregándole el adulterado!. No, no puede ser. Después él personalmente probó el “polvo”, y aunque no tiene experiencia para reconocer el verdadero, el “tijera” también lo probó, y lo encontró bueno... Incluso el “cabezón” dijo que era de la “pura”. Además está el hecho que el “cara de “Segismundo”, también la probó, y la encontró buena recibiéndola conforme. No le habría pasado el dinero si no fuera así, obvio. Además recuerda que le llamó mucho la atención, que el hombre haya probado el polvo, por los dos extremos del paquete. Seguramente para evitar fraudes. Eso muestra que eran “profesionales”. Sus deducciones le llevan a concluir, que tal vez no hubo cambio de paquete, y que el “cara de Segismundo” se quiere “avivar”, quedándose con la “pasta” y con el dinero...o con dos “paquetes” por el precio de uno, echándole la culpa a él. «Elemental, querido Wattson». Tal vez le haga saber de sus sospechas al de barba, mañana, cuando regrese a la funeraria. Total, es “su pellejo” el que está en juego...

Aunque ya iban a ser las nueve de la noche, no le preocupaba tanto el atraso. Siempre podría decirle a su mamá, que el doctor se había demorado en atender a Camila, y que había mucha gente en la consulta.

En la funeraria, casi inmediatamente que Ricardo se retira, entran dos hombres jóvenes, faltando diez minutos para las nueve de la noche...

—“Llegaron” –dice “Nestor”, el “matón”, informando al de terno.
—Que esperen un rato. Yo les avisaré –responde.

El de terno, cierra la puerta quedando a solas con el de barba.

—¿Cómo supiste lo del encuentro con el amigo? –pregunta el de terno.
—El “sapo” que tenía asignado fuera del correo me lo informó por teléfono, después que el “pingüino” se subió a la “35”... –responde el de barba–. Él está afuera, esperando.
—¿Y el otro?
—¿El tijera? Ese lo vigiló desde la citroneta.
—Hazlos pasar. Así aclararemos esto...

Después de llamar a “Nestor”, éste hace pasar a los dos individuos...

—Bueno, tu ya conoces bien al “tijera”, es mi mano derecha... “tijera”, –dice el de barba, dirigiéndose al aludido–. Tu seguiste bien al “piloto”. Infórmanos qué ocurrió...
—Bueno, –responde el “tijera”–, yo lo seguí, como usted ordenó... El “pingüino”, se bajó de la “22”, como le habíamos indicado. Luego se encontró con un “gallo”, en el paradero. El tipo, como jugando, le quitó la mochila, pero después se la devolvió. No noté nada extraño.
—¿Entraron a un negocio, me decías?
—Sí, claro. Entraron a un “fliper” que hay cerca del correo. Pero salieron casi ‘altiro’. No me pareció sospechoso. Pa’ mi que fueron a “echar la corta”.
—¿Sabías que los “cambios” se pueden hacer en menos que termines de pestañear? –pregunta el de terno–. Se supone que eres “ducho”.
—No, si eso lo sé. Pero este “pingüino” es “derecho”. Lo conocimos’ bien. Además salió todo bien. ¿No?.
—¿Ah, sí?... Sabías que cambiaron el paquete?...
—¡¿Quée?! –exclama con sorpresa el “tijera”, casi cayéndose del sillón–....¿Cómo?, ¿Dónde?, ¿En... qué momento?
—Tú dímelo. Ustedes estaban encargados de vigilarlo.
«¡Concha!». –exclama el “tijera”, con desesperación, cubriéndose los ojos con su mano derecha. El otro joven solo atina a mirar con cara de asustado al “tijera”, y luego al de terno, que lo interroga ahora...
—¿Tú eres el que estaba encargado de vigilarlo cerca del correo? –pregunta el de terno al otro joven...
—Sí... señor –responde el joven, un tanto asustado.
—¿Cómo te llamas?
—Se llama... –pretende responder, el de barba.
—Déjalo que hable él –interrumpe el de terno–. Supongo que tiene lengua...
—Me llamo Francisco, señor...
—Y tú, que viste, “Francisco”...
—Bueno, yo vi lo mismo que el “tijera”. Vi que se juntó con un loco, en el paradero, y se pusieron a ‘lesear’ con la mochila del “pingüino”.
—¿Viste si el amigo del “pingüino”, le metió mano a la mochila en algún momento?
—¿En la calle, dice usted?
—Sí, en la calle.
—No. De eso estoy seguro. Porque yo lo estaba “cachando” con el largavista que andaba trayendo en mi chaqueta. El loco se la quitó un rato, tandeando, y después se la devolvió. Pero en ningún momento abrió el cierre de la mochila.
—Y tú, “tijera”, ¿Viste a alguien más?
—No, yo no me bajé de la citroneta, pero no vi a nadie más.
—¿Y no se te ocurrió pensar que dentro del “fliper” podrían estar esperándolo para hacer el cambio?...
—Es que no quería que el “pingüino” me viera. El jefe fue bien claro en eso...
—¿Y no sabes improvisar cuando surgen imprevistos? ¿Qué clase de “mano derecha” eres para tu jefe, si no le cuidas las espaldas?
—Bueno, yo...
—¿Y tú, francisco? ¿Viste a alguien más? –dice, dirigiéndose al otro joven, sin esperar mas explicaciones del “tijera”, a quien deja hablando solo.
—En la calle, no. ‘Adentro’ del “fliper”, sí habian varios “pingüinos” jugando. Ah, y un viejo “curao”, con abrigo que salió después.
—¿Un viejo? ¿Cómo era?... –pregunta, mientras el “tijera” se queda mirando al joven con cara de interrogación... Era obvio que no esperaba que su compañero mencionara al borracho...
—Bueno, usted sabe... De esos viejos atorrantes, que andan con una botella metida al “sobaco”. Pero estaba tan “tumbao’”, que después se puso a dormir en un banco cerca del correo. No pasa na’.
—Osea, que según tú, un viejo “atorrante” y “borracho”, queda libre de toda sospecha... ¿Eso estás tratando de decir?
—Sí...quiero decir nó....es que yo...
—Bueno sí, o no –insiste el de terno...
—Creo que...¿sí es sospechoso? –pregunta mirando con súplica al de barba, que solo atina a sonreír meneando su cabeza y bajando la vista.
—Se ve que tenís’ bien pocos sesos, “Francisco” –dice en tono irónico el de terno–. A tu mamá deberían haberle dado un certificado de garantía en la maternidad, cuando naciste, por el funcionamiento del “mate”. A lo mejor habría recuperado algo de plata...

El joven baja la vista avergonzado...

—Y tú, “tijereta”, ¿Lo seguiste en la citroneta hasta que efectuó la entrega? –pregunta el de terno.
—“Tijera”, señor –corrige el delincuente.
—¿Cómo?
—Que me dicen “tijera”.
—Es que después de lo que estoy captando, parece que no te va a alcanzar para “tijera” –responde irónicamente y en tono burlón, mientras el de barba se lleva una mano al rostro, bajando la vista, quizás por vergüenza ajena... El “tijera” no responde, limitándose a bajar la vista.
—Te preguntaba –insiste el de terno–. ¿Lo seguiste hasta el punto de entrega?
—Sí, claro. Esa eran mis instrucciones...
—¿Y?
—Bueno, allí, se dirigió primero a un compadre que vendía palomitas de maíz. Conversó con él un rato, y después cruzó la calle y le entregó el paquete a los “cholos”.
—¿Otro vendedor de palomitas?
—Sí, claro...
—¿Y no te llamó la atención, “Tanta coincidencia”?
—Bueno, claro, pero yo lo “caché” bien y aparte de “chacharear”, no vi que le pasara nada... Así es que no le di mayor importancia.
—Después de que se efectuara el “canje”, ¿No se te ocurrió seguir al otro vendedor, para ver a dónde se dirigía?
—No... ¿Pa' qué?...
—¿Y si era un “tira”? ¿O si le estaba dando instrucciones al “pingüino”? ¿Y si le pasó el otro paquete, sin que tu te dieras cuenta?
—Yo me habría dado cuenta...
—Me estoy convenciendo que los de la competencia le hubieran cambiado diez veces el paquete al “pingüino”, en las narices de ustedes, y nunca se habrían dado cuenta... –dice volteando y mirando al de barba.

Los dos jóvenes cruzan miradas, mezcla de preocupación y vergüenza... El de terno, con un ademán, le indica al de barba que los haga salir...

—Ya, muchachos, váyanse a sus casas. Mañana los quiero aquí a los dos. A las siete de la mañana...
—¿A...las siete? –pregunta con cara de “bobo” el “tijera”...
—Sí. A las siete. ¿Algún inconveniente, “tijereta”? –responde el de terno con voz grave.
—No, no... está bien. Es que no había escuchado bien...

Los dos jóvenes salen de la funeraria, escoltados por el “matón” “aliento de tabaco”. Los dos hombres quedan solos en la oficina. El de barba no dice palabra, con su barbilla entre su mano derecha, meditando semisentado sobre el escritorio grande. El hombre de terno, enciende un cigarrillo “legal”, y toma asiento de piernas cruzadas, en uno de los sillones de corte antiguo.

—¿Qué piensas de la situación –pregunta el hombre de terno.
—Todavía no lo puedo creer –responde el otro–. Nunca pensé que el “tijera” fuera tan estúpido. Hasta ahora nunca había tenido problemas con él.
—¿Ah, sí?.
—Lo tenía por un tipo “ducho”, con iniciativa... Además es sumamente inteligente... todavía no lo entiendo...
—¿Y si nos está metiendo el cuento del Tío?...
—¿El “tijera”?. No. No lo creo capaz...
—Amigo, sabes que en este “negocio”, no puedes confiar ni en tu madre...
—No tienes que decirlo... Pero ¿Y si los de la competencia se compraron al “pingüino”?
—¿Al chico?... Nooo... Ese “mojón” lo único que tiene de malo es que es medio fanfarrón. Pero no tiene agallas para dar un paso así. Créeme, este asunto es más hediondo.
—Pero tú mismo diste a entender que él podría haberse “arreglado” con alguien, en los “fliper” o en el lugar de la entrega –dice, intrigado el de barba..
—¿Eso te pareció? ¿No sabes reconocer un estilo “suelta lengua”? Tienes que aprender mucho si quieres llegar alto, y si no quieres que te lo “manden a guardar”, “Agazapado”. ¿Así te dicen aquí, no?.
—Sabes que no me gusta que me llaman por “chapas” –responde el de barba, en tono serio.
—A veces es mejor que los nombres verdaderos queden en la oscuridad... Deberías saberlo. Cómo te decía, si vamos a trabajar juntos, necesito asegurarme que tengas gente de confianza absoluta. Al menos, por ahora, no hemos podido comprar “tiras”. De modo que debemos cuidarnos más.
—¿Y qué me dices del otro muchacho tuyo, el “Francisco”?. Crees que...
—¿El “cabezón”?. No. Ese es ambicioso, pero es demasiado estúpido para idear algo así. No lo creo.
—¿”Cabezón”?. ¿Esa es su chapa?...
—¿No viste el tamaño del “zapallo” que tiene? Ja, ja, ja.

El de terno, sin responder, se dirige al escritorio y saca de un cajón, un paquete de papel con un polvo blanco, abierto, y lo pone sobre el escritorio. Con un gesto, pide al otro que se acerque.

—¿Habías visto algo así, antes? Ingenioso, ¿verdad?
—Sí, lo es. No, no lo había visto...
—Un paquete de tres compartimientos. Una vez vi algo parecido en Colombia. La gracia le costó el pellejo al inventor... El “ingenioso” lo inventó cuando se hizo una práctica chequear la “merca” por ambos extremos. Como la bolsa interior es de polietileno, no se nota que lleva una separación sobre la “pura” del fondo. Luego el “ingenioso” rellena la mayor parte del paquete con tiza o cualquier otra porquería. Antes de llenarlo completamente pone otra “separación”, y completa el paquete con otro poco de la “pura”...y... ¡Voilá!... un paquete legal!...Esto no es obra de un tonto, o de un niño ¿verdad?...
—Por supuesto que no –responde el de barba.
—Te confieso que en un comienzo, pensé que podías haber sido tú, el del “ingenio”...
—¡¿Yooo!? –exclama sorprendido el “Agazapado”– ¿Y por qué haría eso? No tiene sentido.
—Ahora lo sé. Después de ver que no defendiste a tu gente cuando la interrogaba, pude darme cuenta que eres “profesional”. Además qué sentido tendría arruinar en el mismo comienzo, un negocio que puede reportarte utilidades por largo tiempo, ¿verdad?.
—Naturalmente, sería un idiota...
—Eso nos deja solo dos posibilidades... O el “pingüino”, o tu gente... ¿Por quién te inclinas?
—No sé... Me resulta difícil creer que ellos me hayan traicionado...
—¿Y si te lo demuestro, lo creerías?.
—¿Puedes hacer eso...? Si lo haces... están muertos...
—Lo verás...





Fin del Cap. 12



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